Entrevista con el escritor Quini Amores: “Existe un sistema perfectamente diseñado para mantener a la mayoría de las personas distraídas”
El escritor y conferencista español presenta su libro «El Códice Neshamá», una obra que comparte y expande sabiduría. El autor considera que nos fabrican múltiples mecanismos de distracción a propósito, pues “el sistema sabe que quien accede a la verdadera sabiduría se vuelve libre”. Por ello, según el entrevistado, existen “Medios de comunicación que no informan, sino que programan emociones, centrando su narrativa en el miedo, la carencia y la división”.

Pregunta: – ¿La sociedad actual ha interrumpido su proceso de sabiduría o todo sigue su curso?
Respuesta: – En mi opinión, nada se interrumpe en el proceso de la vida.
Todo sigue su curso, pues el proceso, para existir, precisa de “procesos”.
Nada se detiene realmente: todo se manifiesta, evoluciona y se transforma.
La sabiduría siempre ha estado, siempre está y siempre estará.
Lo que cambia es la capacidad de cada ser humano para acceder a ella.
Vivimos un momento histórico fascinante: la sabiduría es más accesible que nunca, pero también hay más distracción que nunca. Tenemos el conocimiento de milenios al alcance de un clic, pero la atención humana nunca había estado tan fragmentada. La mente salta de una cosa a otra sin profundidad, y en ese ruido constante se pierde la voz interior que guía al alma. Y esto no es casual.
Existe un sistema perfectamente diseñado para mantener a la mayoría de las personas distraídas, enfocadas en lo superficial y desconectadas de lo esencial. Ese sistema sabe que quien accede a la verdadera sabiduría se vuelve libre. Y alguien libre no puede ser manipulado. Por eso, se crean estructuras que enseñan a repetir, no a pensar; a obedecer, no a discernir. Sistemas educativos que adiestran mentes en lugar de despertar conciencias.
Desde la infancia, se enseña a memorizar en vez de razonar, a competir en lugar de cooperar, a seguir órdenes en lugar de escuchar la intuición. Así, se fabrican trabajadores obedientes, no creadores libres. Medios de comunicación que no informan, sino que programan emociones, centrando su narrativa en el miedo, la carencia y la división.

El miedo paraliza, y quien vive paralizado no crea, solo reacciona.
Y una cultura global que entretiene sin elevar, que distrae sin nutrir,
donde se confunde conocimiento con sabiduría, y éxito con valor personal.
Vivimos rodeados de estímulos, pero vacíos de sentido. Nos enseñaron a mirar fuera, cuando todo lo que anhelamos ha estado siempre dentro.
Pero la sabiduría no se ha perdido: está donde siempre ha estado.
El tema es que la gran mayoría no la buscan, y muchos la buscan en los lugares equivocados. Pero quien la desea de verdad, la encuentra. “Busca y hallarás.” Porque la sabiduría no está escondida… solo está velada hasta que elevas tu conciencia y te enfocas en recordar. Todo sigue su curso, porque la vida misma es donde el alma recuerda lo que nunca olvidó.
P: – ¿El liderazgo político que tenemos en el mundo está a la altura de los retos que tenemos?
R: – Primero es bueno contextualizar esta valiente pregunta. Un verdadero líder no es quien acumula poder, sino quien siembra esperanza. Un líder es alguien que recorre primero el camino, lo ilumina con su ejemplo y luego acompaña a otros a recorrerlo. Un líder no busca seguidores, busca despertar líderes. Y cuando alguien crece junto a él, no necesita reconocimiento: deja que sean otros quienes se lleven el mérito. Porque su propósito no es brillar por encima, sino alumbrar el camino. Por eso, en mi opinión, los políticos no son líderes: son gestores elegidos por el pueblo y deberían trabajar para el pueblo. Pero en la práctica, se sirven del poder establecido, porque ese orden se ha invertido. En lugar de ser empleados del ciudadano, se comportan como dueños —no solo del país, sino también de sus ciudadanos. Nosotros los elegimos con nuestro voto, sus sueldos se sostienen con nuestros impuestos, pero ellos deciden su propio salario, sus privilegios y su forma de tratarnos, además de aprobar leyes que el pueblo nunca ha votado. Y si lo analizamos con lógica, ningún empleado puede fijar su sueldo: eso lo hace su empleador.
Sin embargo, aquí el empleador —el pueblo— se ha dejado manipular y ha olvidado que tiene ese poder. Y no es casual. Durante siglos, quienes manejan los hilos del sistema han perfeccionado el arte de mantener a las personas distraídas, divididas y con miedo. Porque un pueblo con miedo no piensa, y un pueblo dividido no se une. Basta observar los resultados: Si los líderes políticos fueran verdaderos líderes, los países no estarían en conflicto entre pueblos, y mucho menos entre su propia ciudadanía.
Si los ministros económicos fueran sabios, las naciones prosperarían en equilibrio y no en deuda perpetua. Si los ministros de educación predicaran con coherencia, formarían libres pensadores, no limitarían a las personas a repetir y obedecer. Hoy, desde otro estado de conciencia, entiendo que todo lo que ocurre tiene un propósito. Cada desequilibrio impulsa una búsqueda de equilibrio. Y aunque la política actual se mueve entre la corrupción y la lucha de egos, también está provocando que más personas despierten, se informen, cuestionen y comiencen a liderar sus propias vidas.
Porque el verdadero liderazgo, aunque debería, no está en un parlamento: está en la conciencia de cada ser humano. Un líder auténtico no gobierna sobre otros, se gobierna a sí mismo. Y cuando suficientes individuos se gobiernan desde la conciencia, la sociedad entera se transforma. Vivimos en un universo dual: día y noche, luz y sombra, frío y calor. Todo existe para mostrarnos contraste. Y así también ocurre con el liderazgo: los falsos líderes sirven para recordarnos lo que no queremos ser, y los verdaderos —aunque no ocupen cargos— inspiran desde la coherencia, el ejemplo y el alma. Cuando una persona asume su propio poder, deja de ser súbdito del sistema y se convierte en creador consciente de un nuevo sistema.
P: – ¿Qué nos dice en su libro «El Códice Neshamá»?
R: – El Códice Neshamá es una iniciación espiritual, una experiencia que te guía a recordar que dentro de ti existe un poder capaz de transformar tu vida. El origen de este libro fue revelador. En uno de los días más felices de mi vida, después de haber atravesado una de las etapas más duras, soñé —estando despierto— que un libro ayudaría a cientos de miles de personas a descubrir su poder interno y a convertirse en quienes están destinadas a ser. Luego escribí mi sueño… y lo titulé El Códice Neshamá. Su nombre no es casual. Un códice es un libro sagrado, un manual de sabiduría que, desde la antigüedad, se transmitía como llave de conocimiento y evolución. Y Neshamá es una palabra ancestral que significa “alma”, o más precisamente, “el aliento divino que nos conecta con lo eterno”. Por eso, El Códice Neshamá es literalmente el libro del alma: una obra que te ayuda a recordar quién eres y a manifestar desde tu esencia.
Cada párrafo ha sido transmitido desde mis propias caídas y aprendizajes.
Tras haber tenido el privilegio de aprender de grandes maestros y mentores, descubrí las leyes universales que rigen nuestra existencia y la sabiduría ancestral que revela cómo la realidad no se cambia desde fuera, sino desde dentro. Y eso es exactamente lo que este libro entrega: un proceso para despertar conciencia, elevar energía y manifestar una vida coherente, plena y significativa. Está estructurado en tres manuscritos que reflejan el proceso natural de la transformación interior —como la naturaleza misma enseña—:
primero se prepara la tierra, luego se siembra, y finalmente se cosecha.
🔹 El primero, Preparando el terreno interior, te invita a limpiar la tierra de tu mente y de tu corazón: creencias, miedos y estructuras que impiden que florezca tu verdadero ser.
🔹 El segundo, Sembrando ingenierías internas, ofrece enseñanzas ancestrales, principios universales y ejercicios de integración que actúan como semillas del alma, capaces de restaurar el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu.
🔹 El tercero, El sendero para la victoria, revela la fórmula de la manifestación consciente: aprender, cambiar la forma de pensar, enfocarse, visualizar y asumir el deseo cumplido.
El lector comprende que no manifiesta lo que quiere, sino lo que es.
Porque la vida no responde a lo que deseas, sino a lo que eres.
En esencia, El Códice Neshamá te recuerda que no viniste a sobrevivir, sino a despertar. Que el propósito de esta experiencia humana es evolucionar en amor y conciencia, y que todo lo demás son escenarios para recordarlo.
No se trata de cambiar el mundo, sino de transformarte tú. Porque cuando tú cambias, todo a tu alrededor —tu mundo— cambia.
P: – Entre los muchos libros que se publican, ¿qué diferencias aporta el suyo?
R: – Una de las diferencias más notables de El Códice Neshamá es que quien lo lee, lo hace suyo. Tal vez por eso, siendo un libro autopublicado en Amazon, sin una gran editorial detrás, ha logrado llegar en muy poco tiempo a más de 8.000 lectores en todo el mundo. Mientras muchos libros hablan sobre el cambio, El Códice Neshamá provoca el cambio. En su interior guarda herramientas reales y regalos poderosos que acompañan al lector a despertar su conciencia, liberar bloqueos y recordar su propósito. No es un libro que termina cuando cierras la última página. Continúa dentro de ti, como una semilla que germina en silencio. No te dice qué hacer ni qué pensar; te enseña a pensar por ti, a sentir por ti, a reconectar contigo y, sobre todo, a recordar el poder auténtico de tu corazón. El Códice Neshamá no busca lectores, busca almas dispuestas a recordar quiénes son. Y cuando una persona lo hace suyo, no solo lee un libro. inicia un viaje de regreso a sí misma.
P: – ¿Estamos ante la uniformidad de lo humano o la fuerza del individuo se mantiene?
R: – Esa es una gran pregunta, porque nos invita a mirar con profundidad lo que significa realmente ser humanos. Podríamos observar dos personas nacidas en la misma familia, con el mismo padre y la misma madre, criadas bajo las mismas condiciones… y, sin embargo, completamente diferentes. O dos alumnos que estudian con el mismo maestro, pero desarrollan talentos, visiones y destinos distintos. Esa es la evidencia de que, por mucho que se intente uniformar a la humanidad, la esencia individual del alma no puede copiarse ni repetirse. Cada ser humano encarna una experiencia única, un propósito irrepetible que enriquece al conjunto. Así como el cuerpo físico está formado por miles de células diferentes que cumplen funciones específicas —unas forman el corazón, otras los pulmones, otras el cerebro—, también la humanidad es un solo organismo donde cada individuo, podríamos decir tiene una función. Y el equilibrio del todo depende de la autenticidad de cada parte.
Sí, vivimos tiempos donde se intenta estandarizar la mente, los gustos y las creencias. Pero la vida, que es sabia, siempre deja espacio para la diferencia.
Porque la evolución no nace de la uniformidad, sino de la diversidad consciente. Cada individuo que recuerda su singularidad y actúa desde ella, contribuye a la armonía del conjunto. La fuerza del individuo no se ha perdido, ni pienso que pueda perderse.
P: – ¿La saturación de información nos ha debilitado el entendimiento?
R: – Una vez escuché a uno de mis mentores decir: “Más vale estar preparado y que nunca llegue la oportunidad, que llegue la oportunidad y no estar preparado.” Y esa frase define perfectamente el momento actual. Hoy tenemos más acceso al conocimiento que en toda la historia de la humanidad, pero si no estamos preparados internamente, ese conocimiento no sirve de nada. La información se multiplica a una velocidad abrumadora, pero también se dispersa, se contradice y se distorsiona. Y cuando no sabemos discernir, nos perdemos en ella. No creo que el problema sea la abundancia de información, sino la falta de preparación interior para procesarla. La información no empodera si no hay conciencia para filtrarla. Por eso, vivimos en una era donde la confusión no nace de la ignorancia, sino del exceso. Para mí, sigue siendo preferible un mundo con abundancia de información a uno con censura o limitación, pero también sé que la atención humana se ha convertido en el bien más codiciado. Quienes dominan el sistema lo saben: mantener nuestra atención dispersa es mantenernos dormidos. Porque la verdadera sabiduría no se acumula, se integra aplicando el conocimiento que recibimos a través de la información correcta. Y cuando una persona aprende a discernir, su mente deja de ser un contenedor… y se convierte en un canal.
P: – ¿Quiénes son sus autores referentes?
R: – En El Códice Neshamá relato uno de los momentos más duros —y más reveladores— de mi vida. En plena crisis económica lo perdí todo: casa, coche, empresas y autoestima. Tenía una deuda que superaba los 800.000 euros y apenas 700 en el bolsillo. Y con esos 700 euros tomé una decisión que cambió mi destino: no los usé para reducir una deuda imposible… los invertí en 50 libros. A través de aquellos libros conocí a autores que me mostraron que la mente humana es el mayor campo de creación que existe. El primero que llegó a mi vida fue Robin Sharma, cuyos libros encendieron en mí el deseo continuar en una mejor dirección y con mejor sentido. Después llegaron Neville Goddard, Bob Proctor, Wayne Dyer, Napoleon Hill, Paramahansa Yogananda, Krishnamurti, Osho, Thich Nhat Hanh, Lao Tse y muchos otros. Podría nombrar más de cien, pero todos tienen algo en común: enseñan lo que viven, son coherentes con lo que predican. Siempre he creído que el verdadero maestro no es el que sabe mucho, sino el que ha vivido lo que enseña. El que te habla de prosperidad y tiene los frutos, el que enseña sobre salud y es saludable, el que inspira desde su propia transformación. Desde aquel día, he leído más de mil libros, y cada uno ha dejado una huella. Por eso en El Códice Neshamá honro a muchos de ellos. Quien recorra sus páginas encontrará frases, enseñanzas y guiños de esos grandes autores, entrelazados con mi propia experiencia. En realidad, todos mis mentores —tanto los que conocí a través de los libros como los que la vida puso en mi camino— fueron preparando el terreno para lo que hoy comparto. Porque la sabiduría, cuando se vive y se aplica, deja de ser teoría para convertirse en transformación. Y eso es lo que ellos me enseñaron y lo que yo transmito hoy.
