“Me siento estafado por los pacifistas de ocasión”
Ricardo Gómez nos trae un thriller situado en Hernani, en los años de plomo del País Vasco, con un variadísimo elenco de personajes, hechos reales y sucesos ficcionados que, al igual que su título, aportan su buena dosis de humor negro: Patria, la buena.

Lo que ha hecho Ricardo Gómez con Patria, la buena (Autsaider) por un lado puede parecer muy difícil porque nadie lo había hecho antes y, por otro, muy sencillo precisamente por lo mismo: una novela que transcurra en los años 80 en Euskadi y no pretenda hacer política ni convencernos de nada. El hilo conductor puede sonar más grotesco de lo que es en realidad: una pareja de etarras participa en el concurso televisivo “Un, dos, tres, responda otra vez” para servir de apoyo al Comando Madrid y, de paso, tratar de ganar el apartamento en Torrevieja como futurible base del Comando Levante. Pero lo cierto es que estamos ante una novela de género negro canónica, en la que la complejidad psicológica de los personajes, la crítica social y el contexto en el que se mueven están trabajados al detalle, con una documentación exhaustiva e hilvanada con mimo entre los hechos ficcionados. Un tono socarrón subyace en la novela, la conducta de algunos villanos con nombres alterados no deja de hacernos pensar si serían realmente así, si las situaciones insospechadas de la novela son fruto de la imaginación del autor o de la realidad, y si el enano y el perro con tres piernas está realmente ahí… “y hasta aquí puedo leer”.
Tras su presentación en La Vorágine, en Santander, hablamos con Ricardo Gómez, autor de Patria, la buena y ex miembro de Ciclos Iturgaiz, la banda vasca de tecno más incendiaria y mordaz hasta la fecha.
-Lo que hacían ustedes en Ciclos Iturgaiz era tremendo y de una irreverencia absoluta. Patria, la buena no es que sea del todo correcta pero está a años luz del nivel de transgresión de sus canciones ¿La narrativa no soporta registros así de contundentes o simplemente no se lo pedía el cuerpo?
Un poquito las dos cosas. Aunque más de la segunda que de la primera. Quiero decir, por un lado, no sabría llegar mediante la narrativa hasta esos niveles de irreverencia. Y, por otro lado, el cuerpo me pide, sin olvidar una cierta irreverencia, crear tramas y ahondar en la psicología de personajes atormentados y quemados. Esa parte es la que más me interesa o al menos en la que más interés pongo a la hora de escribir.
-Abandona la música por los libros ¿Echa de menos el trabajo en equipo, los directos, esas comuniones de los conciertos?
En todos los proyectos musicales hemos estado las mismas personas, que también son mis mejores amigos, los únicos a quienes soporto en un proyecto colectivo, y viceversa. Y no es que no tenga nada que decir, al contrario, pero para hacer algo en común debemos estar en sintonía; motivación y energía. Quizás para un concierto aislado, pues sería posible, pero para girar… no la hay. Y sí, por supuesto que echo de menos el directo. Ahora, sin esa energía, disfruto más con el silencio de la escritura, y es curioso, los temas menos hits de Ciclos Iturgaiz que contaban historias un poquito más largas fueron las que me estimularon para experimentar con la escritura, el contar algo más elaborado. Escribir es lo más parecido a cerrar la pesada y hermética puerta de una base polar. Aislado, sí, pero protegido.
-De cualquier manera, su novela viene fuerte, el propio título parece que echara un pulso, medio de coña pero desafiante, frente a la novela de Aramburu.
Para mí un título es la tarjeta de presentación más importante. Un libro, un capítulo, un grupo, un disco… Esos grupos de música con nombres que no dicen nada o dan vergüenza ajena. En este caso, primero fue la sinopsis cruda; unos de ETA al Un, dos, tres. Al determinar el lugar de residencia de lo protas pensé en Hernani… y de inmediato nació el título, el cual me motivó más todavía para avanzar en la novela.
-Por otro lado hay un algo conciliador, la figura de Luisa, una inspectora de policía honrada que está tras pista de los GAL, ¿está inspirada en un personaje real o es pura fabulación?
Es pura fabulación, y a la vez la necesidad de creer en la esperanza de que habrá alguien, incluso en un cuerpo policial corrupto hasta las trancas, dispuesta a destapar la verdad y denunciar la injusticia. Luisa es sin duda mi personaje favorito.
-Ángel, el protagonista de su novela, ¿podría hacer suya la cita de Spain Rodríguez, “La venganza es lo que nos diferencia de los cobardes”?
En cierta manera sí, pero, con un matiz. La dificultad que entraña una venganza y como todo lo que le acontece alrededor, más los errores propios del pasado y el transcurrir del tiempo, actúan en su propia contra. Nuestro Ángel, al igual que yo con los directos de Ciclos Iturgaiz, también se va quedando sin energía atrapado en la tediosa telaraña del Un, dos, tres… responda otra vez, obligado a cambiar sus planes iniciales. Y como diría la gran Mayra; hasta aquí puedo leer.
-Un fenómeno muy de la época era la transversalidad de los programas de televisión y su penetración social. Unas nociones de cultura pop intergeneracionales. Información monotemática. ¿Éramos más fáciles de manipular entonces?
No creo que fuéramos tan fáciles de manipular, ni antes ni ahora. Solo disponíamos de dos canales de televisión y, pasado el tiempo, es muy sencillo recordar las cuatro cosas que teníamos. Vamos, que veíamos lo mismo, salvo cuatro frikis comunistas que sintonizaban La Clave. Incluso yo, que con catorce años me interesaba la política, si mis padres ponían un rato La Clave, toda aquella humareda que rodeaba a unos señores calvos y de gafotas no invitaba demasiado a verlo. Era muy poco pop, la verdad. Pero insisto, fuera nostalgias, que si nos lo sabemos todo de aquella cultura pop es porque solo había cuatro cosas.
-Quien más quien menos que viviera su adolescencia en Euskadi en esos años tuvo algún encuentro desafortunado con las FOP, ¿tuvo usted experiencias en esa dirección?
Para nada. He sido afortunado en ese sentido. Cierto que respecto a las broncas era de asistir, de voyeur, pero desde una generosa y cobarde distancia de seguridad. Ni una sola piedra he lanzado, y me arrepiento profundamente de mi actitud de ciudadano ejemplar, sobre todo cuando veo hoy en día a la policía pegar indiscriminadamente a manifestantes durante una reivindicación laboral. Digamos que me siento estafado por aquellos pacifistas de ocasión de los años del plomo. Era joven y me llegué a creer que la violencia no servía para nada, hasta que empecé a observar cómo nuestra OTAN y EEUU bombardeaban y mataban gente más allá de nuestras fronteras, y que esos mismos pacifistas lo justificaban con su silencio cómplice.
-En las ficciones alrededor de ETA se encuentran todo tipo de tonos y géneros; en las que tratan sobre los GAL, amén de escasear, la comedia desparece.
Quizás por una mala conciencia nacional. Si parte de la población, no sé la cantidad, pero una cantidad relevante, al igual que partidos, políticos e intelectuales estaban de acuerdo con el terrorismo de Estado, siempre y cuando no les pillaran, a ver cómo y quién, ahora se atrevería con una ficción al respecto. Sería como si Josu Ternera se hiciera productor cinematográfico y pusiera pasta para contar historias de ETA desde un punto de vista crítico y cómico. Ni por el forro.
-Consultando noticias para esta entrevista me he topado con un artículo en la revista Fotogramas, de hace cuatro años, titulado “Las 32 mejores películas sobre ETA”. Más allá del exótico guarismo para determinar las cintas elegidas, nos hace pensar cuántas se habrán hecho en total. ¿Le frenó en algún momento la posibilidad de que Patria, la buena fuera recibida como otra vez, más de lo mismo?
No, porque no iba a ser, y no lo ha sido, una novela moral y maniquea. Tampoco una versión literaria de Vaya Semanita y menos todavía un rollo panfletario, que, aunque me interesa la política, la literatura panfletaria me tira mucho para atrás y me termina dando vergüenza ajena. Vale que el título y la sinopsis están ahí; ETA, los GAL, la corrupción policial, pero luego están la tramas, las subtramas, el humor negro, el Un, dos, tres, el olor dulce y podrido de la muerte, el desamor, y esa atmósfera oscura que roza por momentos lo sobrenatural. Que el librero/a de turno dude si ponerme en el stand de narrativa política o junto a Stephen King. Ojalá lo segundo, claro.
-¿Qué comentarios le están llegando? ¿Difieren los que llegan desde Euskadi de los de otras partes del estado?
Hasta ahora, en general, lo que me transmite la gente es que le está gustando, tanto en Euskadi como fuera de Euskadi. No he percibido diferencias entre los mensajes. Por otra parte, estaba y estoy preparado para una posible llegada en tromba de mensajes de gente alterada. Me refiero a esa gente que sin leer el libro da su opinión al respecto. Pero cerrando el círculo y regresando a la primera pregunta, a pesar de que Patria, la buena no es tan irreverente como Ciclos Iturgaiz, tienen algo en común o al menos me transmiten algo similar. La sensación de indestructibilidad y de haberme vaciado para bien. Hacía años que no disfrutaba de ello y lo único que me aterra y me preocupa es que en el futuro no vuelva a disfrutar de esta emoción.