Movimiento Feminista de Murcia: «¿Por qué no marchamos este 25N?»

Comunicado
Este año, y por primera vez, el Movimiento Feminista de Murcia se desmarca de esta convocatoria que lleva celebrándose en las calles de numerosas ciudades del Norte Global desde hace décadas. Aunque su origen se remonta al Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (Bogotá, 1981) en homenaje a las hermanas Mirabal, asistimos cada vez con más desánimo a este tipo de convocatorias en nuestro contexto europeo por el continuo blanqueamiento e instrumentalización por parte del feminismo hegemónico.
El feminismo hegemónico lleva años instrumentalizando el 25N para reforzar lógicas punitivas y seguir incidiendo, de manera interesada, en la esencialización o biologización de la violencia basada en el binarismo de género. Ahora bien, ¿qué entendemos por «feminismo hegemónico» y en qué medida no nos representa esta biologización de la violencia?
El feminismo hegemónico es el que tiene más altavoz mediático y por eso es mainstream y ocupa puestos de poder. Es el de las gafas moradas, el que critica el hijab, el que excluye a las personas trans, el que es abolicionista de la prostitución, el que es blancorracista y entiende que hay más justicia si hay más código penal y más cárcel. El feminismo hegemónico es defendido por y para las mujeres exclusivamente, entendiendo por «mujeres» sólo a las cis, blancas, heteras, flacas, funcionales y europeas. Por eso, en fechas como las del 25N, habla del techo de cristal, insiste en la victimización constante de las mujeres blancas y se llena la boca con palabras como «igualdad» al mismo tiempo que discrimina y criminaliza todo lo que no entra en su limitada caja identitaria.
Nos desmarcamos porque, aunque seamos blancas, nos negamos a sostener la blanquitud como régimen político y esto implica necesariamente desvincularse de todo el purplewashing que se hace precisamente en estas fechas señaladas en el calendario morado, como son el 25N o el 8M, en las que los partidos políticos aprovechan para sacar rédito electoral. El «purplewashing» es la utilización de la marca feminista como mera estrategia de marketing sin ninguna pretensión real de transformación social, compromiso ni lucha política. Es vaciar de contenido un movimiento social y una ideología política para convertirlos en un producto comercializable y vendible.
Otra característica del feminismo hegemónico es su fuerte carácter punitivista, herederode la cultura del castigo, bien arraigada en nuestro imaginario colectivo y con una vinculación directa con nuestro pasado/presente racista y colonial. La cultura del castigo está por todas partes, normalizada y naturalizada en nuestras sociedades; desde la familia hasta las escuelas, pasando por todas las instituciones que emanan del Estado, y cuyo ejemplo más evidente lo encontramos en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Este poso cultural defiende con convicción el castigo como principal herramienta de pedagogía y cambio social. Las lógicas punitivas se articulan con especial virulencia en torno a la seguridad sexual y física de las biomujeres blancas del Norte Global. Piden sistemáticamente refuerzo del código penal, alargamiento de las penas de cárcel, llegando incluso a defender la castración química.
Ser abolicionista de la prostitución es ser punitivista porque supone la criminalización del trabajo sexual a través de lógicas punitivas como pueden ser las multas tanto a las trabajadoras sexuales como a los clientes, cayendo en la ecuación delito-delincuente y construyendo en el imaginario social la idea moralista de lo que está bien=legal o mal=ilegal y, por lo tanto, articulando lo deseable/sancionable. Estamos hartas de las violencias que en nombre del feminismo hegemónico se perpetran una y otra vez, históricamente, contra las trabajadoras sexuales, las personas trans y las mujeres árabomusulmanas con hiyab, sean éstas migrantes o no.
Finalmente, nos negamos a manifestarnos en unas jornadas enmarcadas en torno a la violencia machista que, consideramos, no hacen más que insistir en el binarismo de género como eje de todos los males de una manera maniquea y reduccionista. Tradicionalmente, el feminismo hegemónico ha insistido en la fórmula víctima/verdugo en su versión simplificada, limitada y biológicamente compartimentada en mujer/hombre. Queremos salir de esa ficción del género que sólo favorece puestos de poder, ministerios y subvenciones para las de siempre. Nos negamos a ser «buenas víctimas» para ser legítimas merecedoras de algún sistema de justicia. No creemos en la justicia de las comisarías, ni de los juzgados porque ya hemos pasado por todos los procesos de sospecha, culpa y revictimización y ni nuestro daño se restaura, ni nuestras heridas se cierran ahí. Reivindicamos la necesidad de hablar de las violencias fuera del marco de los genitales para poder verbalizar también las violencias de las mujeres contra las mujeres. Queremos romper el pacto pseudosororo que no nos deja visibilizar la violencia intragénero en los esquemas no-hetero. Ese pacto pseudosororo nos hermana a través de nuestra genitalidad y no nos deja ver otras violencias que nos atraviesan mucho más allá del género. ¿Acaso como feministas nos deberían preocupar más las vidas de la princesa Leonor y de la infanta Sofía que las vidas palestinas o las violencias islamófobas que este verano sufrieron nuestres vecines de Torre Pacheco?
No somos menos, ni peores feministas por atrevernos a hablar de lo que nadie habla un 25N: que las mujeres también somos capaces de ejercer violencia, de ser punitivas, de reforzar la cultura del castigo, de ser tóxicas, autoritarias y déspotas. De hecho, el feminismo occidental estadounidense empezó así: las sufragistas fueron mujeres blancas ejerciendo violencia contra mujeres negras. Pensar que el género es la columna vertebral que nos hermana a todas y que todas las mujeres recibimos las mismas violencias por el hecho de ser mujeres es un pensamiento profundamente racista. Nos negamos a ser corporativistas del género. Nos negamos a romantizar la vulva y a idealizarla puesto que esto sería ser inequívocamente patriarcales.
No queremos mujeres en el Poder, queremos acabar con el Poder. No queremos mujeres en la Policía, ni en la Guardia Civil, ni en los ejércitos, ni de funcionarias de prisiones, ni en el FMI, ni en la monarquía, ni redactando el DSM5, ni encabezando la lista Forbes. Es una idealización de género, una fantasía morada, pensar que el mundo sería un lugar más amable si gobernaran las mujeres. Queremos la caída sin retorno de todos los sistemas de opresión, discriminación, infantilización, ninguneo y sufrimiento y de todas las estructuras del Estado que los sostienen.
Estas son nuestras razones para no marchar este 25N.
Lucía Barbudo Garrido, Movimiento Feminista de Murcia.


