Pablo Fernández / Alba Cambeiro •  Actualidad •  16/10/2017

Las banderas bajan a la calle

Los primeros en llegar fueron los sindicalistas agrarios. Con la movilización convocada por Assemblea Pagesa, el mundo laboral entraba en, lo que consideraban, una lucha por derechos civiles y democráticos.

Las banderas bajan a la calle

Las banderas tienen una cualidad especial, y es que pueden ser invisibles. De hecho, habitualmente lo son. Es la tesis que mantuvo Michael Billig cuando escribió «Nacionalismo banal». Estados y/o estructuras de poder nacionalistas pero que no son reconocidas como tal. Así, del «bando nacional» original llegamos a la lucha entre un estado de todos -ese proyecto común- y unos nacionalismos periféricos. Pero las banderas no pueden invisibles para siempre. ¿Ese proyecto común era de todos? Y, al otro lado, la sacrosanta constitución empezó a ser cuestionada. El barrio de Cuatro Vientos mostraba su preocupación al respecto del Referéndum sacando las banderas rojigualdas días antes. Pronto, el resto de barrios le siguieron, y Madrid se llenó de tela, papel o plástico barato para el 1-O. Las banderas volvían a ser visibles, todo estaba por debatir. El diario El País abrió el día previo con un titular: «La Generalitat lanza a la población contra el Estado». Todo estaba preparado.

A fin de cuentas, lo normal es ser español, celebrar el gol de Iniesta o ver la final de la Copa del Rey sin pintar el himno de todos. Pero eso no era ya lo normal en Cataluña. ¿La prueba? En un monasterio. Las monjas de Santa María de Vallbona ofrecieron la abadía para celebrar el Referéndum si no había alternativa oficial y, con ello, quedaba inaugurado el movimiento de masas. «Creo que lo normal es esto» dijo la abadesa.

Los primeros en llegar fueron los sindicalistas agrarios. Con la movilización convocada por Assemblea Pagesa, el mundo laboral entraba en, lo que consideraban, una lucha por derechos civiles y democráticos.

Mientras, en los centros de debate llamados universidades, los encierros y las convocatorias de huelga se sucedían.

La situación era tal que incluso se recuperó una palabra que parecía olvidada, la de burguesía. Todo era una excusa, decían unos. Estaría ejemplificado cuando CiU no votó, solo tres años antes, a favor de apoyar el movimiento nacional kurdo-iraquí. Otros, como Arnaldo Otegi, recuperaban frases como la de Castelao: «Para que España pueda ser roja antes tendrá que ser rota».

Movimiento por el derecho a decidir Audio – Violeta (militante)

«No nos callarán». La frase se escuchó en todos lados el sábado. En las convocatorias pro-Referéndum. También lo cantaron tres chavales jóvenes en la concentración unionista del sábado por mañana. Al terminar el evento la consigna era clara, ir a saludar a las fuerzas del orden llegadas desde todos los puntos del estado para defender la legalidad. Lo normal, vamos.

En la convocatoria, una mujer negra ondea, casi con violencia, la bandera de España. A su lado, un periodista alemán no entiende nada. Acabar de ver a varios hombres con la mano alzada, bien recta. «Que viva la legión» suena mientras reparten carteles de «paz».

La manifestación pasó cerca del colegio de Sant Antoni, sin relacionarse con el CDR. Los Comités de Defensa del Referéndum estaban organizados en cada colegio con decenas y centenares de personas, dispuestas a pasar la noche. La policía debería llegar antes de las seis de la mañana.

Pero ningún cuerpo llegó por la mañana. No fue hasta la una del mediodía cuando la policía nacional apareció, dispuesta a llevarse las urnas como fuera. Si eso implicaba disparar decenas de pelotas de goma contra la población, así lo harían.

Pero había muchos colegios habilitados. En la mayoría no hubo ningún tipo de violencia. Y en Plaza Cataluña terminó una jornada más. Llegó la huelga, y la burguesía mostró sus cartas. Se marchaban. Parecía, ya, que el nacionalismo no era una excusa, era una fuerza en movimiento. En primera línea política, se continuan escribiendo crónicas parlamentarias. En los CDR, al igual que después del Referéndum, al igual que después de la declaración de Puigdemont -como si fueran el mismo día- había una sola pregunta: «Com continuem la defensa?»

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