Jose Daniel De Ceano-Vivas Monreal •  Actualidad •  14/04/2020

“Me ha llamado mi marido y dice que están los militares desinfectando, se ha despedido de mí porque piensa que se puede morir”

Nos siguen llegando noticias en avalancha sobre el malestar de las personas privadas de libertad. En Ocaña I, el 8 de abril, hubo un plante (una acción en la que se negaron a volver a sus celdas y quemaron contenedores) que secundaron unos 250 internos, porque un compañero quedó largo rato tendido en el suelo tras sufrir un ataque epiléptico, debido a que no fue atendido prontamente ante la falta de personal sanitario en el puente de semana santa, un problema que se repite constantemente.

“Me ha llamado mi marido y dice que están los militares desinfectando, se ha despedido de mí porque piensa que se puede morir”

Mientras que en Picassent, el sindicato de funcionarios ACAIP proclamaba a bombo y platillo “que habían salvado la vida a un preso que había prendido fuego a su colchón”, no obstante, desde dentro nos cuentan que los funcionarios no solo no intervinieron, si no que además, compañeros del chico de 24 años que había decidido protestar, según fuentes oficiales para que le cambiaran de módulo por haber tenido altercados con otros internos con el intento de incendio, tuvieron que forcejear con los trabajadores penitenciarios para sacar al chico, que se estaba ahogando de su celda.

Desde ANEP, la Asociación Nacional de Enfemeros Penitenciarios, vienen solicitando desde hace tiempo ser tratados como el resto de los sanitarios públicos españoles, y depender tan solo de una autoridad superior sanitaria. Además, recalcan la faltan de test de detección rápidos. Los últimos datos oficiales del Ministerio del Interior nos hablan de 280 infectados (186 trabajadores y 24 personas privadas de libertad). No obstante, es fácil sospechar que el número de contagios entre la población reclusa es mucho mayor, ya que no se les ha dotado de ningún EPI y tampoco se dispone de test PCR.

El 8 de abril, el Ministerio del Interior, tras una campaña por los derechos humanos en prisión publicaba un tweet anunciando que ya se habían repartido 27.400 mascarillas, 100.000 guantes y 9.000 tajes protectores. Familiares de presos comentan que en el módulo 5 de Aranjuez una funcionaria lleva los EPIS sin ponérselo (mascarilla colgando y guantes en los bolsillos), y que el Jefe de Servicio es el único que los utiliza.

En Alcalá de Guadaira, de 13 mujeres que iban a recibir el tercer grado, 12 decidieron quedarse por la presión que ejercieron sobre ellas desde la Junta de Tratamiento, para que cosiesen batas para sanitarios a cambio de una miseria.

La otra cara de la moneda

El pánico comienza a extenderse entre los presos y sus familiares, que ven impotentes como nadie toma medidas de protección para con las personas bajo custodia. En el Módulo 26 de Picassent y en el 11 de Mansillas de las Mulas ya no recogen instancias, lo que implica que los privados de libertad no pueden solicitar el cambio de grado, el adelantamiento de las Juntas de Revisión y ni si quiera el Servicio de Orientación Jurídico. La desprotección es total.

Sigue habiendo centros donde los terminales para videoconferencias no han llegado como es el caso de Morón. También el acceso a dichos terminales depende del centro, hay centros donde se es más permisivo (como en Puerto III o El Acebuche) y otros donde el acceso es prácticamente imposible como en Villabona. Por su parte en la cárcel de Cuenca un familiar de una persona privada de libertad nos cuenta que su mientras su marido le llamaba, bajó la Directora, no volvió a saber más de él hasta que volvió a llamarla para decirle que todas las cabinas telefónicas “se habían estropeado.” Casualmente en Picassent sufren la misma avería simúltaneamente.

Hace unos días nos llegaba la noticia de que las llamadas telefónicas pasarían a ser gratuitas para los internos sin ingresos, eso quiere decir, solo para aquellos que tengan cero en su cuenta de peculio. Si como preso tienes algún ingreso, no te puedes adscribir a esta medida.

“Me ha llamado mi marido y dice que están los militares desinfectando, se ha despedido de mí porque piensa que se puede morir.” Nos relata la pareja de un interno de Valdemoro que prefiere no dar su nombre.

El caso de las familias de presos es desde siempre muy precaria, a eso se suma las medidas que algunas familias tienen que tomar para prevenir el contagio. Este es el caso de una mujer de Córdoba que prefiere no ser identificada, que tiene a su pareja interno en Puerto III. Ella ha caído enferma de coronavirus y como medida de prevención ha tenido que dejar a sus hijos con distintos familiares. Pero ambos infantes están dispersos en diferentes casas, ya que sus familiares no tenían medios para acoger a los dos niños al mismo tiempo, niños que de un día para otro no pueden ver ni a su padre ni a su madre, a día de hoy nos es imposible confirmar si se mantiene esta situación.

Las familias de los internos ya no pueden hacerles llegar el peculio, en muchos casos no hay videollamadas y el precio de una llamada desde la cárcel está en torno a los 2,5€/min. Esto, sumado a que en algunas cárceles ha comenzado a circular el rumor de que no habrá vis a vis hasta julio como mínimo, hace que las familias sufran un dolor emocional añadido. Mujeres con hijos que tienen que lidiar ya no solo con las condiciones de empleo precario o desempleo, la educación a solas de sus hijos (más ahora durante la cuarentena) y la búsqueda de una defensa legal efectiva de sus familiares, si no que de un momento a otro han tenido que empezar a organizarse para exigir que el Ministerio del Interior cumpla las recomendaciones de la OMS y de la ONU. Hablamos con Verónica Tortosa, mujer de un interno de Aranjuez sobre su situación:

Buenas tardes Verónica. Eres madre y desempleada, tu marido se encuentra interno. ¿Cómo es el día a día desde que comenzó el aislamiento de los centros penitenciarios?

Pues bastante mal, el no poder visitar a nuestras familias es muy duro, tengo dos niñas de 9 y 13 años las cuales echan de menos ese contacto.

Para tus niñas debe ser especialmente duro. ¿Cómo viven el no poder ver a tu pareja?

Muy mal también, el no poder asistir a comunicar ni a los vis familiares…

Muchas familias no pueden hacer llegar el peculio a sus seres queridos. ¿Es tú caso o conoces a alguien en esta situación?

Sí, son muchas las que no pueden hacer frente al ingreso en los peculios. Yo le ingreso, cuando puedo, 20€ para toda la semana o a veces 10€ al menos para que tenga para un café, pero cuesta mucho ingresar por la situación en la que estamos y muchas veces hay que pedir para poder mandarle algo. Dentro tienen que pagarse sus cosas, café, tabaco, comida… porque la que les dan es malísima y tienen que comprarla por el economato. Las televisiones cuestan 180€ y hay que comprarlas, antes nos dejaban llevarlas de fuera, pero desde hace un tiempo no, y solo pueden disfrutar de ella si la tiene el compañero de celda. Vamos todo un negocio.

De la noche a la mañana os habéis autoorganizado formando un grupo de familiares de personas presas en toda España. ¿Cómo es la experiencia? ¿Qué dificultades habéis encontrado?

Bueno, hemos tenido nuestros más y nuestros menos. Vamos poco a poco, cada una aporta su granito de arena. Hay algunas que ya no forman parte del grupo, por lo demás, súper bien y muy colaboradoras. Nos damos mucho apoyo mutuo ante esta situación que vivimos mujeres, madres, hijas, hermanas… No es solo un grupo de lucha, es también un gran apoyo emocional entre familiares.

Aparte del imprescindible apoyo emocional. ¿Cuáles son vuestras reivindicaciones?

Que estén bien atendidos porque no hay suficiente personal, que haya test de detección rápida, que se respeten los derechos humanos, que se adopten las medidas recomendadas sobre excarcelaciones de la ONU y de la OMS, que el foco mediático no olvide a las personas privadas de libertad, y por último, el fin del régimen carcelario que no atiende al principio reinsertador del Derecho Penitenciario.

Muchas gracias por tu tiempo y mucho ánimo Verónica.

Gracias a ti por tu trabajo. Entrar en contra de las injusticias no es nada fácil. No todo el mundo quiere colaborar, pero la unión hace la fuerza.


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