Redacción •  Actualidad •  12/12/2020

La contaminación del aire urbano en España cae un 38% hasta octubre, aunque repunta en otoño

  • Los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) en las principales ciudades españolas cayeron un 52 % durante el primer estado de alarma respecto a los valores medios de la década anterior. Este descenso se redujo al 28 % en verano (21 de junio a 31 de agosto) y se ha mantenido en un 29 % durante el otoño (septiembre y octubre).
  • El informe de Ecologistas en Acción ‘Efectos de la crisis de la COVID–19 sobre la calidad del aire urbano en España’, elaborado a partir de mediciones oficiales en 26 ciudades, concluye que la reducción drástica del tráfico ha provocado una mejora sin precedentes de la calidad del aire en las ciudades españolas, muy por debajo de los límites legales y las recomendaciones de la OMS, pero advierte de que estas mejoras pueden revertirse rápidamente con la vuelta a la actividad económica habitual.
La contaminación del aire urbano en España cae un 38% hasta octubre, aunque repunta en otoño

La contaminación en espacios urbanos en España cayó hasta un 38% hasta los meses de otoño, coincidiendo con la reducción de actividad, movilidad y tráfico generada por las medidas de contención de la enfermedad del coronavirus.

Así lo recoge un informe elaborado por Ecologistas en Acción que analiza los datos oficiales de dióxido de nitrógeno (NO2) recogidos en 129 estaciones de medición, repartidas entre las 26 principales ciudades del Estado español (todas las mayores de 150.000 habitantes con más de una estación), entre marzo y octubre de 2020 y de los diez años anteriores. Muestra, por tanto, el efecto del confinamiento en la calidad del aire urbano, y la evolución de esta a lo largo de las diferentes fases de la desescalada y la “nueva normalidad”.

La reducción fue generalizada para todas las ciudades, aunque con oscilaciones, desde el 23 % de Cádiz y Málaga, hasta el casi 50 % de ciudades como Vigo, Palma, Vitoria, Alicante, València, Santander y A Coruña. En Madrid y Barcelona el descenso de las concentraciones de NO2 es del 41 %, mientras que Sevilla muestra una reducción del 36 % y Zaragoza del 30 %.

La reducción en los niveles de emisiones fue drástica a partir de la declaración del primer estado de alarma el 14 de marzo. Desde ese momento y hasta el levantamiento total de las primeras restricciones en el mes de junio, el nivel de emisiones registró una caída de hasta el 52% respecto a los niveles promedios recogidos en la misma etapa del año durante la última década.

Con el fin del primer estado de alarma y el inicio del verano, el 21 de junio, empiezan a verse más diferencias entre ciudades, que podrían estar motivadas por los distintos ritmos de vuelta a la actividad habitual según los sectores predominantes. Esta conclusión viene reforzada por la vuelta a niveles parecidos a los habituales (solo un 15 % inferiores a la media) en las ciudades andaluzas y del País Valenciano, que tienen un fuerte sector turístico. Para otras ciudades como las gallegas o como Palma (dependiente de un turismo extranjero que apenas ha existido este año), la diferencia con la media de los años anteriores es del 40%. En el conjunto de las ciudades estudiadas, en verano de 2020 los niveles de NO2 fueron un 28% inferiores a los de la década anterior.

Para Ecologistas en Acción, los datos del informe corroboran que la reducción del tráfico motorizado tiene claro efectos de disminución de las emisiones contaminantes. Por este motivo apelan a un cambio de paradigma tras la crisis sanitaria, con la desencentivación al uso de tráfico privado, y el impulso de medio de transporte público y alternativas como la ampliación de carriles bus y carriles bici en las ciudades.

Para evitar la vuelta a patrones de movilidad insostenibles, Ecologistas en Acción propone que en la nueva normalidad se establezcan y consoliden buenas prácticas como la compra de proximidad, el teletrabajo voluntario, la administración electrónica o el escalonamiento de horarios laborales.

Además, la organización considera que debe potenciarse la movilidad activa peatonal y ciclista, cediendo más espacio para estos medios y estableciendo el límite de velocidad urbana en 30 kilómetros por hora, como primer paso hacia la implantación de zonas de bajas emisiones ambiciosas en todas las ciudades mayores de 100.000 habitantes.


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