Ecologistas en Acción felicita el Año de la Abeja

La abeja es la vida. Como uno de los principales polinizadores, estos insectos son responsables de la reproducción de un gran número de plantas, muchas de ellas utilizadas en la agricultura, por lo que su desaparición puede suponer daños irremediables en los ecosistemas y un elevado coste para las personas. Es un ejemplo claro de la catástrofe que supone para los seres humanos la pérdida de biodiversidad: sin polinizadores, sin descomponedores de materia orgánica, sin depuradores del agua, sin depredadores que equilibren poblaciones animales, etc. los sistemas naturales dejan de funcionar y con ello muchos de los procesos que necesitamos para sobrevivir. Pero no solo eso, la pérdida de biodiversidad nos deja sin la mejor herramienta para la adaptación al cambio climático: el acervo genético en el que buscar respuestas exitosas ante las variaciones climáticas.
El Gobierno español, en línea con los objetivos de la Unión Europea, se comprometió en 2010 a detener la pérdida de biodiversidad para 2020. Sin embargo, poco se ha hecho para corregir las causas de este fenómeno: pérdida de hábitats naturales, aumento de especies invasoras, sobreexplotación de recursos naturales, contaminación química, barreras físicas o prácticas e infraestructuras que matan individuos. Por eso en 2020 la campaña confederal de Ecologistas en Acción se centra en resaltar que sin biodiversidad no hay vida. Buena muestra del inicio de la campaña son el calendario anual con imágenes de polinizadores, la agenda de 2020 o la recogida de firmas por la iniciativa ciudadana europea ‘Salvemos las abejas y a los agricultores’.
La abeja es, además, la cooperación. Un aspecto fundamental de la forma de vida de estos insectos es que son sociales, viven en comunidad, se comunican y defienden colectivamente, sin dejar a ningún miembro de la colmena atrás. En el momento actual solo cabe poner por encima de todo la cooperación para superar esta crisis ecológica, que también es social. Ambas crisis están interconectadas y hasta ahora las personas con menos recursos económicos, que son quienes menos responsabilidad tienen en esta crisis, han sido las más afectadas por la misma: bien en forma de inundaciones o sequías, de migración por causas ambientales, de expulsión de sus territorios, de paro, de desalojo de sus viviendas o de precarización de sus vidas. Por eso 2020 tiene que ser también el año de la cooperación desde abajo entre todos estos grupos, por la dignidad y los derechos de todas las personas, con el fin de acallar aquellos discursos que tratan de enfrentar por color de piel, lugar de nacimiento, sexo, orientación sexual o idioma para mantener los privilegios de unos pocos. La cooperación se tiene que centrar en desmontar esos privilegios. Porque hay una cosa clara: sin reparto de la riqueza y del poder no puede haber transiciones ecológicas deseables.