El inicio de un largo camino
Como se expresó en la Declaración del Gobierno Revolucionario emitida el 1ro de Julio, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la apertura de embajadas constituye la primera etapa de lo que será un largo y complejo proceso hacia la normalización de los vínculos bilaterales, como parte del cual habrá que solucionar un grupo de asuntos derivados de políticas del pasado, aún vigentes, que afectan al pueblo y a la nación cubanos.
Estos seis meses de negociaciones bajo un clima de igualdad y respeto mutuos prueban que aun con profundas divergencias se puede trabajar por la construcción necesaria de la confianza y hallar pautas para abordar la abultada agenda sobre la cual hay enfoques discordantes, tras las disputas generadas por más de un siglo de acentuados conflictos.
Para los patriotas cubanos la posición política de consenso en el nuevo contexto de relaciones con Estados Unidos está contenida en el discurso que pronunciara el presidente de los consejos de Estado y de Ministros, general de ejército Raúl Castro Ruz, durante la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinomericanos y Caribeños (Celac), celebrada en Costa Rica el pasado 28 de enero, algunos de cuyos conceptos están reiterados en la Declaración del Gobierno Revolucionario: “No podrá haber relaciones normales entre Cuba y los Estados Unidos mientras se mantenga el bloqueo económico, comercial y financiero que se aplica con todo rigor, provoca daños y carencias al pueblo cubano, es el obstáculo principal al desarrollo de nuestra economía, constituye una violación del Derecho Internacional y afecta los intereses de todos los países, incluyendo los de los Estados Unidos.
“Para alcanzar la normalización será indispensable también que se devuelva el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval en Guantánamo, cesen las transmisiones radiales y televisivas hacia Cuba que son violatorias de las normas internacionales y lesivas a nuestra soberanía, se eliminen los programas dirigidos a promover la subversión y la desestabilización internas, y se compense al pueblo cubano por los daños humanos y económicos provocados por las políticas de los Estados Unidos”.
Lo importante ahora, sin embargo, está explicado en el contenido de las cartas intercambiadas entre los dos presidentes, donde ambas partes reconocen el respeto a las normas establecidas en la Carta de las Naciones Unidas y la Convención de Viena para comenzar el 20 de julio la labor diplomática oficial que se rompió hace 54 años. La apertura permitirá establecer una mayor comunicación bilateral, un canal oficial de diálogo en el acercamiento a los temas, algunos que ya están en conversaciones, como derechos humanos, asuntos migratorios y búsqueda y salvamento, investigaciones marinas, cuestiones de protección del medioambiente, aviación civil y programas de salud en materia de prevención de enfermedades infecciosas. Por supuesto, hay muchos otros que van a requerir tiempo y necesitarán de ese clima de confianza y respeto mutuos para acercar propuestas de solución y, en el caso del bloqueo, requerirá el acuerdo del Congreso estadounidense.
Pero indudablemente habrá un cambio en el ambiente que se ha respirado hasta este momento cuando el 20 de julio se realice la ceremonia oficial de apertura de la Embajada de Cuba en Washington, en presencia de una delegación cubana presidida por el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, e integrada por destacados representantes de la sociedad cubana, mientras que a La Habana acudirá una delegación de Estados Unidos presidida por John Kerry, secretario de Estado.
Las misiones diplomáticas estarán ubicadas en los edificios que ocupan las respectivas Secciones de Intereses, las cuales dejarán de funcionar con ese status especial que tienen desde su establecimiento, en septiembre de 1977, bajo la administración de James Carter (1977-1981).
El Congreso, hasta hoy, ha negado la solicitud del Departamento de Estado que había pedido alrededor de 6.6 millones de dólares en gastos para reabrir la misión diplomática. De la misma manera, el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, anunció que es improbable que los senadores republicanos confirmen un embajador estadounidense en Cuba, dando un rápido rechazo al proceso de normalización emprendido por el presidente Barack Obama.
Se mantiene el objetivo estratégico
Al hacer el anuncio desde la Casa Blanca, el propio 1° de julio, el presidente Barack Obama dijo que esta decisión “tomó tiempo, pero ese momento ha llegado”, y calificó el evento de “histórico”, que abrirá un nuevo capítulo en las relaciones de EE.UU. con América Latina. Al deshacerse de “una política que no ha funcionado”, los Estados Unidos han demostrado “que no tenemos que ser prisioneros del pasado”.
Obama mantuvo que su país tiene “serias diferencias” en temas como el apoyo a la libertad de expresión y advirtió que no esperaba “un cambio de la noche a la mañana” en Cuba. Sin embargo, defendió su política de acercamiento “como el mejor modo de promover nuestros valores”. No obstante, como reafirmación de lo que ya han dicho, de que cambian la política fallida pero no el objetivo estratégico, el mandatario esbozó su intención de profundizar el llamado carril dos de la política estadounidense: “Con este cambio podremos incrementar sustancialmente nuestros contactos con el pueblo cubano, tendremos un mayor equipo en nuestra embajada y nuestros diplomáticos podrán desplegarse más a lo largo de la isla. Eso incluirá al Gobierno cubano, a la sociedad civil y a cubanos que se acerquen en busca de una vida mejor”.
Habrá que ver en este nuevo panorama cómo encajan esos elementos que siguen generando desconfianza, cuando los voceros de la administración en Washington han sido enfáticos en reafirmar que “nuestra meta en Cuba no ha cambiado” y la propia negociadora, Roberta Jacobson, reconoció, como la cosa más natural del mundo, que recién su Gobierno había solicitado fondos al Congreso para continuar con los programas destinados a promover el cambio de régimen en Cuba, es decir se mantienen aún los programas subversivos, las emisiones radiales y televisivas, la Ley de Ajuste y la política de pies secos y mojados, entre otros.
Obama volvió a apelar a los legisladores en el Capitolio para que pongan manos a la obra en las decisiones que deroguen las medidas del bloqueo económico, comercial y financiero, ya que “de ellos depende que el proceso de normalización avance”. “Pido al Congreso que dé los pasos necesarios para levantar el embargo que impide que los estadounidenses puedan viajar y hacer negocios en Cuba. Les pido que empiecen a trabajar sobre ello”, insistió el presidente, quien apuntó que ése es el deseo de ambos pueblos.
Pero, según los analistas, ante la resistencia adversa de un sector recalcitrante en el Congreso, Obama puede continuar con la implementación de muchas más acciones ejecutivas para relajar las prohibiciones de los viajes y algunos intercambios comerciales que implementen su histórica decisión, a contrapelo de la reacción furibunda de sus opositores en Washington.
Reacciones
El anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas generó una ola de reacciones positivas en todo el mundo. Tanto la Unión Europea, numerosos gobiernos latinoamericanos, asiáticos, africanos, como la Organización de las Naciones Unidas calificaron el acuerdo de histórico. Hillary Clinton, precandidata presidencial, escribió en Twitter que el acuerdo era “un buen paso para los ciudadanos de los dos países”.
Los detractores, un grupo de congresistas, senadores y aspirantes a la presidencia criticaron la reapertura. El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, señaló de manera iracunda que “la Administración Obama está ofreciendo a los Castro el sueño de la legitimidad sin obtener una sola cosa para el pueblo cubano, que está siendo oprimido por esta brutal dictadura comunista”.
A su vez, el exgobernador de Florida y precandidato presidencial republicano, Jeb Bush, acusó a Obama de manchar su legado con “logros diplomáticos dudosos para la foto”, mientras los congresistas cubanoamericanos le imputaron “estar comprando un legado” con su política hacia Cuba.
De manera increíble, los cruzados de la mafia miamense, que ven amenazada “su industria anticubana” de la cual han vivido y no pocos se han enriquecido, también inculparon al presidente por su decisión, que “no va a promover nuestros intereses nacionales y temerariamente confiere legitimidad a una dictadura militar absolutamente ilegítima”.
Por su parte, Cuba continúa paciente con su reiterada disposición a mantener un diálogo respetuoso y desarrollar relaciones de convivencia civilizada con Estados Unidos, basadas en el respeto a las diferencias entre ambos gobiernos y en la cooperación en temas de beneficio mutuo.
Como no es la nación antillana la que quiere cambiar el sistema de Estados Unidos, no dará pasos en busca de una imagen para complacer a nadie y lo que tendría que hacer ya lo ha probado, y es su voluntad de abrirse al mundo, porque no tiene nada que temer.