Christian Zampini •  Opinión •  05/09/2018

¿Fascismo en Italia? Ehm, pues sí

¿Fascismo en Italia? Ehm, pues sí

Me he topado con tremenda sorpresa con un artículo Cuarto Poder que en un tono elogioso narra el avance social y político que supone incorporar en la legislación italiana el nuevo decreto estrella propuesto por el Ministro de Trabajo Luigi di Maio llamado, con particular sentido de la humildad, Decreto Dignitá. Lo más sorprendente del mismo es la insinuación,  bastante explicita, de que tras una suerte de campaña de desprestigio, el gobierno italiano es en realidad un ejecutivo que con contundentes medidas sociales y económicas está encontrando el camino para generar un auténtico cambio de paradigma que supere el atenazante modelo neoliberal que desde hace décadas nos conduce al precipicio.

Quizá no. Quizá lo más sorprendente son los firmantes del artículo, dada la insinuación antes mencionada. Pero vamos a ir a lo concreto. ¿En qué consiste realmente el Decreto Dignitá?

En humo. Puro humo. Las medidas, además, no son del lado del gobierno que, digamos, evoca en forma y fondo al fascismo. Se trata en realidad de la concreción legislativa de un popurrí de promesas realizadas por los grillinos durante aquella campaña electoral de hace 7 meses e tanto tempo fa. Esas que provocaron que los votantes frustrados con el PD, identificados socialmente con la izquierda y huérfanos del eurocomunismo alla italiana (come se ci fosse stato un altro), votasen en masa al Movimento 5 Stelle. Concretamente en tres aspectos fundamentales para devolver la dignidad al pueblo italiano: frenar el preocupante crecimiento del sector del juego, detener la sangría de desmantelamiento industrial en Italia por las deslocalizaciones y acabar con la precariedad laboral.

Las drásticas medidas que Di Maio proponía para evitar e impedir la deslocalización de la industria manufacturera italiana han quedado un poco en agua de borrajas. Cierto es que las promesas realizadas cuando se era aquella oposición que venía a cambiarlo todo, no contaban quizá con los impedimentos establecidos por los acuerdos supranacionales con la Unión Europea. Pero es el riesgo que se corre cuando se publicitan medidas concretas, que posteriormente se tiene que tener la valentía de aplicarlas aunque tengan efectos adversos, porque se supone que se han calibrado previamente. Tras un aparatoso articulado, a grandes rasgos la medida para impedir la deslocalización ha quedado configurada como, «Si te marchas, te quito las subvenciones públicas, ¿eh?». Debemos estar de broma. Pregunten a  la multinacional danesa Vestas en León como ha retenido el riesgo de perder subvenciones millonarias su excitación deslocalizadora.

En el ámbito laboral, a pesar de la tan cacareada lucha contra la precarización, lamentablemente el Decreto Dignitá no abandona, tal y como pretenden los firmantes del artículo, la línea seguida por los gobiernos berlusconianos, técnicos y PiDinos de “flexibilización del mercado laboral”. El decreto no revierte ninguna medida del jobs act ni de la Legge Fornero. El despido queda configurado técnicamente tan fácil como hasta ahora. Solo maquilla los contratos temporales estableciendo elementos de desincentivación de los mismos, lo que en Italia se ha venido definiendo como ’stop&go’. Hay que admitir que en ese aspecto limita tímidamente el libertinaje empresarial establecido por la Jobs Act. El máximo de duración de los contratos temporales en prácticas se reduce de los 36 a los 24 meses. Y las indemnizaciones por despido aumentan sobre el papel, si bien continúan fijando los baremos en los mismos mínimos de partida. Saliendo del infierno, en todas partes hace fresco.

Por supuesto, la ultraderechista Giorgia Meloni y el social liberalismo PiDino han puesto el grito en el cielo, porque toda medida que no sea avanzar hacia la concesión del derecho de pernada a las corporaciones para ellos es pecado. Sin embargo, lejos de aceptar las premisas de debate de las fuerzas de derecha y centro derecha en cuanto a legislación laboral se refiere, deberíamos valorar el contenido real y el impacto de las medidas que se toman. Cuando los firmantes del artículo sostienen que «Hasta los sindicatos han manifestado su oposición al Decreto, aunque en este caso por motivos muy distintos a los anteriores», sería recomendable que indicasen de forma explícita esos otros motivos por los cuales centrales sindicales como CGIL y la USB se oponen.

Por último, la batería de medidas contra la proliferación del juego, que lejos de establecer limitaciones a la casas de juego y apuestas, se lanza por la línea de la desincentivación entre la población. Para jugar a las máquinas tragaperras se necesitará la tarjeta de la seguridad social que acredite la mayoría de edad. El gobierno se compromete a monitorizar el volumen de juego en el territorio italiano, aunque sin establecer ninguna medida concreta al respecto. Se aumentan las multas para las violaciones de la legislación sobre publicidad del juego. Y las máquinas tragaperras llevarán un letrero indicando que el juego es malo. Seguro que el sector está temblando.

Con todo, sin lugar a dudas, lo más inquietante del artículo es el final del mismo. «¿Fascismo en Italia? Decreto dignidad», haciendo patente el tono del que hablábamos, como si cuatro melifluas normas fuesen a compensar el destrozo de derechos fundamentales que está haciendo desde los cuadros de mando del Ministerio del Interior el histriónico e incontinente verbal Matteo Salvini, resulta tremendamente vergonzante. Como advertencia, señalar que si bien la actualidad informativa en España no ha dejado de recibir noticias sobre las medidas aberrantes del Ministro del Interior, la estructura de medios parece estar pasando por alto la línea política que parece conducir a la constitución de un estado policial, con sus no menos preocupantes guiños y promesas a ese sector de la población interesada en el fomento de actividades parapoliciales. Todo ello aderezado con una el no menos importante entorpecimiento la labor de la Guardia Financiera no vaya a ser que la Lega aparezca en algún asunto que no debe.

Se entiende, dadas las oscuras tormentas que agitan los aires de Europa que se desee enormemente una grieta que puedan atravesar los rayos de luz. Yo mismo, como italiano, entiendo perfectamente lo deprimente que resulta contemplar la situación política en la que se está precipitando un país que antaño fue ejemplo de la lucha proletaria en el occidente de Europa. Sin embargo, no por ello podemos bajar la guardia ante la amenaza, por muchos cantos de sirena que oigamos.


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