Dan Kovalik •  Opinión •  17/08/2018

Nicaragua: amnesia histórica y ceguera de las intervenciones yanquis

Por Dan Kovalik, Counterpunch

El otro día quedé atónito al ver un artículo de opinión de Stephen Kinzer en The Boston Globe, donde retrataba las violentas protestas antigubernamentales en Nicaragua como una especie de insurrección revolucionaria. Lo sorprendente de la opinión de Kinzer es que se trata del autor del maravilloso libro «Todos los hombres del sha», una de las lecturas esenciales sobre el golpe de estado respaldado por la CIA contra el primer ministro iraní, Mohammad Mosaddeq, en 1953.

Lo que está sucediendo en Nicaragua ahora mismo, es muy similar a lo que sucedió en Irán durante el golpe, y sin embargo, Kinzer de alguna manera no lo ve así. De este modo, el autor representa la total confusión de tantos en este país, incluyendo a quienes deberían de ser más conscientes, tales como muchos autoproclamados izquierdistas, de lo que está sucediendo en Nicaragua y en América Latina en general.

En primer lugar, veamos lo que Kinzer apropiadamente describe como las tácticas utilizadas por la CIA para derrocar a Mosaddeq e instalar al sha de Irán en su reemplazo. La táctica principal consistió en organizar, dirigir y pagarle a manifestantes violentos para que crearan una situación caótica, que más tarde provocaría una respuesta violenta por parte del gobierno, respuesta que más tarde se utilizaría para justificar la intervención de los militares en contra de Mosaddeq con el pretexto de restaurar el orden y el régimen democrático.

En «Todos los Hombres del sha», Kinzer describe los días previos al golpe de estado de la siguiente manera:

Los disturbios que sacudieron Teherán el lunes, se intensificaron el martes. Miles de manifestantes, inadvertidamente bajo el control de la CIA, salieron a las calles, saquearon tiendas, destruyeron imágenes del sha y saquearon las oficinas de grupos monárquicos. Nacionalistas y comunistas eufóricos se sumaron al caos. Y mientras tanto la policía seguía las órdenes de Mosaddeq de no interferir. Esto permitió que los manifestantes hicieran su trabajo, el cual consistió en dar la impresión de que Irán se desplazaba hacia la anarquía. [El jefe de oficina de la CIA, Kermit] Roosevelt vio destellos de los manifestantes durante sus viajes furtivos por la ciudad y afirmó que lo habían «matado del susto».

Kinzer explica que cuando la violencia no bastó para provocar la deseada represión por parte del gobierno, Roosevelt envió al embajador de Estados Unidos a Mosaddeq para engañarlo con el fin de que este último utilizara la fuerza contra los manifestantes, alegando que era necesario para proteger a los estadounidenses que supuestamente estaban siendo atacados en Teherán. Roosevelt sabía que Mosaddeq, inevitablemente impulsado por los famosos sentimientos de hospitalidad iraní hacia los extranjeros, tendría que actuar. Y eso fue lo que hizo, llegando incluso a atacar a sus propios partidarios con el fin de salvar vidas estadounidenses, o eso le hicieron creer. El golpe se produjo poco después.

Pero en lugar de restaurar la democracia en Irán, por supuesto, la CIA, el sha, y la temida fuerza de seguridad y tortura SAVAK, posteriormente creada por la CIA con la finalidad de mantener al sha en el poder, destruyeron la democracia iraní. De hecho, en la época de la insurrección contra el sha, la cual finalmente lo derrocó en febrero de 1979, Amnistía Internacional describió su régimen como el peor del mundo en materia de derechos humanos, una gran distinción.

Sin embargo, como uno de los principales expertos en este tipo de operaciones encubiertas, F. William Engdahl explica, en la década de 1980, las ONG tomaron el relevo de la CIA en la realización de este tipo de operaciones. Engdahl relata:

Durante la presidencia de Reagan, se hicieron públicos escándalos muy perjudiciales sobre las operaciones sucias de la CIA alrededor del mundo. Por ejemplo en Chile, Irán, Guatemala, el proyecto altamente secreto MK Ultra, el movimiento estudiantil durante la guerra de Vietnam, por nombrar unos pocos. Para quitarlos del foco de atención, el director de la CIA, Bill Casey, le propuso a Reagan crear una ONG «privada» que funcionaría como tal, pero que en realidad, como uno de sus fundadores, el difunto Allen Weinstein, dijo en una entrevista posterior al Washington Post, «estaría haciendo lo mismo que hizo la CIA, pero en privado». Así fue la creación de la ONG Fundación Nacional para la Democracia [NED por sus siglas en inglés] en 1983. […]

El hecho de ocultar operaciones antidemocráticas oscuras y sucias de la CIA detrás de ONG políticas privadas, agitando la bandera de los «Derechos Humanos», ha sido muy efectivo para la agenda global de Washington que consiste en derrocar regímenes no cooperativos alrededor del mundo. En efecto, la CIA ha utilizado los derechos humanos como arma.

La NED fue crucial a la hora de apoyar y ayudar a organizar el golpe de estado en Venezuela contra Hugo Chávez ocurrido en el año 2002, un golpe que afortunadamente duró poco tiempo. Es importante recordar que el evento precipitante de aquel golpe fueron los disparos hacia los manifestantes por parte de francotiradores que originalmente habían sido acusados de ser chavistas, pero que más tarde resultaron ser provocadores de la derecha. Esto está bien documentado en la película, «La Revolución no será Televisada».

Mientras tanto, el 19 de julio de 1979, poco después de que el sha fuera derrocado en Irán, la pequeña Nicaragua tuvo su propia revolución liderada por los sandinistas, la cual derrocó al brutal dictador respaldado por Estados Unidos, Anastasio Somoza.

Como sabemos, a través de la CIA, EE.UU. rápidamente tomó medidas contra la revolución nicaragüense, armando a los anteriormente guardias nacionales de Somoza, organizándolos bajo el nombre de Contras, y supervisando una brutal guerra terrorista contra Nicaragua que destruyó la infraestructura y la economía del país, cobrándose la vida de 50.000 nicaragüenses. Esto equivale a 2.5 millones de muertes en los Estados Unidos.

Finalmente, en 1990, los nicaragüenses, agotados por la guerra de los Contra y el estrangulamiento económico, expulsaron a los sandinistas del poder. En resumen, la campaña de terror estadounidense triunfó según lo previsto.

Los sandinistas estuvieron en la sombra hasta el año 2006, cuando Daniel Ortega fue elegido como presidente una vez más. Y aunque muchos de la izquierda han criticado a Ortega por haber abandonado sus principios revolucionarios y socialistas, hay que hacer algunos comentarios al respecto.

En primer lugar, si bien es cierto que Ortega le ha atribuido concesiones al sector empresarial, a la oposición política conservadora y a la Iglesia Católica, quisiera pedirle a sus detractores una explicación sobre qué otras opciones tenía.

Nicaragua es el segundo país más pobre del hemisferio, esto ya era así antes de que los sandinistas tomaran el poder en 1979, y lo siguió siendo cuando asumieron nuevamente en 2006. Cuando los sandinistas fueron electos por primera vez, heredaron una economía que había sido hundida y saqueada por Somoza, y un país que aún seguía en ruinas por el terremoto ocurrido en 1972, ya que Somoza había desviado el dinero de la ayuda monetaria para su propio uso, en lugar de utilizarlo para reconstruir, un país aún más destruido por Somoza, quien había bombardeado los barrios de Managua para aferrarse al poder. Cuando los sandinistas fueron electos por segunda vez, heredaron un país que todavía luchaba por recuperarse de una década de brutal guerra con los Contra y por el consiguiente embargo económico.

Sin embargo, los sandinistas ni siquiera intentaron librar a Nicaragua de los elementos principales del ancien régime (como lo hizo Cuba finalizada la Revolución de 1959) y ahora deben lidiar con estos elementos. Por supuesto, esto ha hecho que gobernar sea mucho más difícil y que las reformas sean aún más radicales. Pero si los sandinistas hubieran actuado en contra de estos elementos, como la burguesía y la Iglesia, entonces serían criticados aún más por represivos y antidemocráticos.

Y aún así, hay quienes sostienen que, de alguna manera, los sandinistas han fracasado al no construir el socialismo en un país con cimientos tan débiles, con pocos recursos naturales y frente a la hostilidad de un enemigo mucho más poderoso en Estados Unidos. No importa el hecho de que tales críticos generalmente piensan que el socialismo en un país es irrealizable, incluso bajo buenas condiciones. En resumen, se critica a los sandinistas por no lograr lo imposible.

Todo esto me recuerda las palabras de Michael Parenti en su maravilloso artículo, «Left Anticommunism: The Unkindest Cut»(«Anticomunismo de izquierda: El corte más cruel»):

Los socialistas puros regularmente culpan a la izquierda por cada derrota que sufren. Sus cuestionamientos son interminables. Entonces, oímos que las luchas revolucionarias fracasan porque sus líderes esperan demasiado tiempo o actúan demasiado pronto, son demasiado tímidos o demasiado impulsivos, demasiado testarudos o demasiado influenciables. Oímos que los líderes revolucionarios son arriesgados o aventureros, burocráticos u oportunistas, rigurosa o insuficientemente organizados, antidemocráticos o que fracasan en proporcionar un liderazgo fuerte. Pero los dirigentes siempre fallan porque no confían en las «acciones directas» de los trabajadores, que aparentemente resistirán y superarán todas las adversidades si tan solo tuvieran el liderazgo disponible desde el grupúsculo del propio crítico de izquierda. Desafortunadamente, los críticos parecen incapaces de aplicar su propio talento de liderazgo para producir un movimiento revolucionario exitoso en su propio país. […]

Para estar seguros, los socialistas puros no carecen completamente de planes específicos para la construcción de la revolución. Luego de que los sandinistas derrocaran la dictadura de Somoza en Nicaragua, un grupo ultraizquierdista del país solicitó que los obreros fueran los propietarios directos de las fábricas. Los trabajadores armados tomarían el control de la producción sin beneficiar a gerentes, planificadores estatales, burócratas, o a un ejército oficial. Aunque innegablemente atrayente, este sindicalismo obrero niega las necesidades del poder estatal. En virtud de ese acuerdo, la revolución nicaragüense no habría durado ni dos meses enfrentándose a la contrarrevolución patrocinada por Estados Unidos que atacó salvajemente al país. Habrían sido incapaces de movilizar los recursos suficientes para desplegar un ejército, tomar medidas de seguridad, o construir y coordinar programas económicos y servicios humanos a escala nacional.

Mientras tanto, los sandinistas, dentro de los límites del capitalismo mundial, así como de las leyes inmutables de la física, han hecho muchas cosas positivas dentro de lo posible. Así pues, han hecho mucho para disminuir la pobreza en Nicaragua, construir hogares para los pobres, combatir con éxito el analfabetismo y traer un notable nivel de prosperidad económica y estabilidad a este país devastado por la guerra. Incluso el New York Timesreconoció recientemente que «mucha gente pobre que recibe alojamiento y otros beneficios del gobierno apoya» al presidente sandinista, Daniel Ortega.

El desde ya hace muchos años activista solidario de Nicaragua, Chuck Kaufman, recientemente recapituló estos logros, explicando que la primera acción de Daniel Ortega luego de haber sido reelegido como Presidente en 2006 fue:

Poner fin a las tasas de escolarización, permitiendo que 100.000 niños sin educación debido a la pobreza, ingresaran en las escuelas. A esto le siguió inmediatamente su administración, que transformó el sistema de salud pública gratuita en una institución sólida que trataba a las personas, en vez de limitarse a escribir recetas médicas que los pacientes no podían cumplir por ser demasiado pobres. La agricultura campesina se revitalizó, sacando a cientos de miles de personas de la pobreza extrema, especialmente a mujeres y niños.

La empobrecida Nicaragua se convirtió en uno de los primeros países del mundo en alcanzar el Objetivo de Desarrollo del Milenio de la ONU de reducir la pobreza a la mitad para el año 2015. Sobre la marcha, el gobierno de Ortega logró un crecimiento económico sostenido del 5% y consiguió la estabilidad laboral a través del famoso Modelo Tripartito, en el que los sindicatos y las grandes empresas negociaban aumentos semestrales del salario mínimo con la intervención del gobierno cuando ambas partes no podían llegar a un acuerdo. El Banco Mundial, el FMI y países europeos elogiaron a Nicaragua por la ausencia de corrupción y el uso efectivo de subvenciones y préstamos. Finalmente, la participación de las mujeres nicaragüenses en asuntos públicos y privados llevó a Nicaragua a ser uno de los cuatro primeros países del mundo en igualdad de género.

Como resultado de lo anterior, Nicaragua ha sido el único país centroamericano afectado por las brutales guerras de los años 80, que no contribuyó a la reciente migración masiva hacia los Estados Unidos. De hecho, un correo electrónico de la DNC de mayo de 2016 emitido por Wikileaks comunica: «Nuestros vecinos en los países del Triángulo Norte, El Salvador, Honduras y Guatemala, están en una crisis de violencia descontrolada. Mujeres y niños de estos países vienen a nuestra frontera suroeste en busca de refugio. Esencialmente, nadie viene de Nicaragua. […]»

Además, Ortega ha tomado algunas medidas muy audaces en la esfera internacional, por ejemplo, cuando recibió al depuesto presidente hondureño, Manuel Zelaya, después del golpe de Estado de 2009, y cuando ofreció que Miguel D’Escoto sirviera como embajador de Libia ante la ONU cuando esté país, en plena agonía por el bombardeo de la OTAN en 2011, no tenía representante. Ortega también dejó de enviar tropas nicaragüenses a la Escuela de las Américas (SOA, por sus siglas en inglés) para que fueran entrenadas, luego de reunirse con el fundador de SOA Watch, el Padre Roy Bourgeois.

Y hasta los recientes acontecimientos en Nicaragua, Daniel Ortega gozaba de altos índices de aprobación. De hecho, ¡a pocos meses de los acontecimientos que están sacudiendo Nicaragua ahora mismo,Ortega tenía un asombroso índice de aprobación de casi el 80 por ciento!

Ahora, personas como Stephen Kinzer, Amy Goodman y varios «socialistas puros» dicen que la gente se está movilizando repentinamente contra el Presidente Ortega. Y, algunas personas de la izquierda en Estados Unidos sostienen que deberíamos darle la bienvenida a este levantamiento y apoyarlo como una nueva etapa de la revolución nicaragüense, que finalmente traerá el verdadero socialismo a este pobre y aislado país.

Creo que tales comentaristas no podrían estar más lejos de la realidad. Lo que está sucediendo en Nicaragua no es una revolución, sino una contrarrevolución. Y esto no es menos cierto porque haya algunos autoproclamados izquierdistas alentando y participando en este levantamiento, ya que como Steven Kinzer nos dice, un número de comunistas y socialistas también apoyaron inadvertidamente las protestas que destituyeron a Mossadeq en Irán.

De hecho, en un interesante artículo titulado, «My Contra Parents Are Marching For a New ‘Old’ Nicaragua: Are We, Too?» («Mis padres Contra están marchando por una nueva Nicaragua ‘vieja’: ¿Nosotros también?»), Melissa Castillo expresa un escepticismo razonable sobre la narrativa prevaleciente en torno a las protestas en Nicaragua:

Otro aspecto sospechoso de la oposición es que afirma incluir a ex sandinistas, ahora en contra de Ortega debido a su corrupción. Esto es confuso, puesto que la plataforma de redes sociales de la oposición no parece estar compuesta de ningún grupo socialista. Los sandinistas se construyeron con base en el socialismo, y los dirigentes en la época de la revolución en su mayoría eran marxistas. Un grupo implicado en la oposición, por ejemplo, es el Movimiento Renovador Sandinista (MRS). El MRS es un grupo socialdemócrata que se ha asociado con una coalición de derecha en los últimos años para ampliar su base. En estos momentos, el MRS parece haberse vuelto más centrista y dedica gran parte de su plataforma a la retórica anti Ortega.

Los izquierdistas y los sandinistas puede que tengan preocupaciones legítimas sobre Ortega, pero eso no significa que ellos sean quienes están uniendo fuerzas con los derechistas y el gobierno de Estados Unidos, o los que apelan al público estadounidense para que «compartan» imágenes de disturbios en los medios sociales. Creo que las verdaderas preocupaciones de los izquierdistas incluyen las concesiones que Ortega le ha hecho al sector privado en su política económica, el poder que le ha cedido a la iglesia, su flexibilidad hacia las políticas capitalistas, y la creciente influencia de las entidades internacionales de occidente en la toma de decisiones del sector público. No sería racional que los izquierdistas se interesen en unirse a una coalición liderada por un sector privado que busca llevar a Nicaragua más hacia la derecha.

El ímpetu de las manifestaciones actuales fue el anuncio de Ortega del dia 16 de abril de 2018, donde dió a conocer reformas muy modestas con respecto a la seguridad social, diseñadas para mantener solvente el sistema de seguridad social nicaragüense pasado el año 2019, que se encontraba casi en quiebra. Ortega rechazó las reformas más drásticas exigidas por el FMI y el sector empresarial, y entonces comenzaron las manifestaciones, las cuales fueron apoyadas por el sector empresarial. Pero desde el punto de vista de Castillo, el sector empresarial quiere más recortes draconianos; obviamente no han apoyado las protestas para avanzar en el progresivo cambio social.

Por otra parte, fueron los estudiantes universitarios quienes realmente llevaron las protestas a un nuevo nivel. Pero los estudiantes no suelen preocuparse por reformas en la seguridad social que no les afectarán hasta dentro de varias décadas.

Como explica Barbara Moore, una activista solidaria viviendo en Nicaragua desde hace mucho tiempo, en «Letter From Nicaragua: A Catastrophic Well-Orchestrated Event Is Occurring» («Carta desde Nicaragua: Está ocurriendo un evento catastrófico bien organizado»):

El 19 de abril comenzaron las protestas encabezadas por estudiantes, lo que los principales medios de comunicación y las ONG internacionales describirían como un levantamiento a favor de la democracia. Inicialmente se cuestionaban las reformas en la seguridad social. Por razones que nadie ha podido explicar, los estudiantes se encontraban sumamente agitados por el aumento del 1% en las contribuciones de los trabajadores, el aumento del 3,5% en las contribuciones de los empleadores (con el transcurso del tiempo) y un recorte del 5% en subsidios, que sevía de compensación para la ampliación de la cobertura médica. Las propuestas alternativas rechazadas por el gobierno de Ortega y auspiciadas por el sector privado COSEP y el FMI implicaban recortes mucho mayores, elevar la edad de jubilación, quitar los subsidios de forma completa (las pequeñas pensiones) y privatizar las clínicas.

El veterano de Vietnam y desde ya hace muchos años activista por la paz, S. Brian Willson, que actualmente se encuentra en Nicaragua, famoso por haber perdido sus piernas el 1 de septiembre de 1987 mientras se hallaba sentado en las vías de un tren con el objetivo de bloquear cargamentos de armas con destino a Centroamérica, envió la carta de Barbara Moore a Popular Resistance con una nota que en la parte relevante dice: «Esta es una muy buena evaluación del golpe orquestado en Nicaragua. La autora es una gringa [sic.] que vive en Managua y trabaja en la casa Ben Linder, y resulta que se encuentra atrapada en Granada debido al asedio de muchos matones armados, seguramente bajo el respaldo de los EE.UU.». Mencionaré que en el momento en que Brian perdió sus piernas en una protesta, yo estaba en Nicaragua reforestando e informándome sobre la brutalidad de la política exterior de EE.UU. Su gran sacrificio ha tenido un impacto muy grande en muchos de nosotros, y me parece muy triste que las opiniones de personas como Brian Wilson sobre la situación de Nicaragua, no sean escuchadas en este momento tan crítico.

En cambio, lo que sí sabemos es que uno de los principales grupos estudiantiles detrás de las protestas recientes, el Movimiento Cívico de Juventudes (MCJ) «fue creado y financiado por el Instituto Nacional Demócrata (NDI)», el NDI, por su parte, es uno de los tres pilares de la Fundación Nacional para la Democracia (NED) que se hizo cargo de una serie de operaciones encubiertas para la CIA en la década de 1980. De hecho, entre 2014 y 2017, la NED ha donado 4,2 millones de dólares a grupos de la oposición, con el propósito de «promover la democracia» (también conocida como «cambio de régimen»).

A la vez, no hay duda de que las protestas, que comenzaron pacíficamente el 17 de abril, se agilizaron debido a la violencia y a la gran pérdida de vidas que se ha producido desde que se iniciaron, dejando a más de 100 personas asesinadas. Sin embargo, ha habido mucha desinformación sobre este tema tanto en Nicaragua como en la prensa occidental.

En primer lugar, cada vez que vea un recuento de las muertes, tenga en cuenta que toda la responsabilidad de las mismas recae en las fuerzas de seguridad nicaragüenses, aún cuando los propios miembros de estas fuerzas están incluidos en el recuento, al igual que los partidarios del gobierno y los transeúntes. De hecho, una de las primeras personas asesinadas en las protestas fue un oficial de policía, y muchos otros han sido asesinados desde entonces, algunos en sus casas e incluso en sus cuarteles, luego de que Ortega ordenara que la policía se retirara de las calles. Pero estas cosas nunca se mencionan. Tampoco se menciona que, hasta el inicio de los acontecimientos recientes, «la policía comunitaria de Nicaragua y las comisarías de mujeres especializadas en violencia doméstica, fueron estudiadas por departamentos de policía de todo el mundo y fueron famosas por su historial de relaciones positivas con la comunidad».

Mis amigos en Nicaragua me dicen que lo más sospechoso es que algunos de los grupos estudiantiles inmediatamente se abastecieron de un arsenal de armas bien construidas, y que estaban obviamente preparados de antemano para iniciar un levantamiento violento, y claramente aprovecharon la oportunidad de las protestas en contra de las reformas de seguridad social como un mero pretexto para iniciar y provocar violencia. Como explica un comentarista, mientras que «la mayoría de los informes de los medios de comunicación han mostrado a los grupos de la oposición y a los manifestantes como un equipo de estudiantes ‘caóticos’, […] ejemplos de violencia, así como del uso de «morteros caseros» y «bombas de gas» por parte de la oposición, y los incendios de edificios públicos, han recibido una cobertura mínima en los medios de comunicación occidentales».

 

Y fueron estos manifestantes muy bien armados quienes predominaron dos días después del comienzo de las protestas. Como informó el colectivo de medios independientes, Tortilla Con Sal, «del 19 de abril en adelante, activistas extremistas de la oposición secuestraron las protestas estudiantiles, atacando hospitales, oficinas gubernamentales y municipales, edificios públicos de todo tipo, recintos universitarios e incluso el nuevo estadio nacional de béisbol».

Es muy revelador que los grupos violentos que exigen a Ortega que renuncie al cargo en medio de su mandato presidencial, a pesar de que ganó la reelección en 2016 con cerca del 70% de los votos, han estado atacando símbolos de la Revolución sandinista, encargada de derrocar al dictador Anastasio Somoza. Nuevamente, esto revela que estos grupos son más bien contrarrevolucionarios en lugar de revolucionarios.

Otro aspecto de la violencia que en gran medida es ignorado, es sobre la clara evidencia de francotiradores (recuerde el papel clave que estos desempeñaron en el golpe de estado contra Hugo Chávez en el año 2002) efectuando asesinatos de precisión, los cuales luego son atribuidos a la policía.

Barbara Moore, citando los estudios forenses descritos en un informe del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, explica:

La oposición reclama, y sigue reclamando, que la Policía Nacional hizo uso de la fuerza letal, disparando indiscriminadamente contra multitudes, utilizando munición real. Aún así, esto parece imposible teniendo en cuenta los informes forenses, donde se establece que casi todas las muertes ocurrieron con un solo disparo preciso, específico, e incluso limpio a la cabeza, cuello o pecho. No es exactamente lo que uno esperaría dadas las batallas callejeras repletas de un alto nivel de caos, o que cuando la policía dispara a matar se preocupe por apuntar a la parte central del cuerpo.

El público, engañado por los reportes de la prensa, los principales medios de comunicación internacional y legítimamente indignado por los asesinatos, continuó tomando las calles durante las siguientes semanas. Casi siempre se repetía el mismo patrón; ocurrían más asesinatos, y siempre se trataba de un varón, a pesar de que las primeras protestas contaban con mucha presencia de mujeres. Las víctimas seguían recibiendo disparos increíblemente precisos, siempre en la cabeza o en el cuello, y a veces en el pecho. Estos datos, por cierto, corroboran las afirmaciones del gobierno con respecto a los francotiradores como responsables de los asesinatos. A medida que el número de muertes continúa aumentando, este patrón se ha mantenido totalmente constante.

Esto nos lleva de vuelta al artículo de Stephen Kinzer en The Boston Globe. Kinzer comienza el fragmento describiendo un incidente clave que ha avivado aún más la situación en Nicaragua:

Mientras una muchedumbre de manifestantes desarmados pasaba por el Estadio Nacional Dennis Martínez en Managua, Nicaragua, el 30 de mayo, francotiradores que se encontraban dentro del estadio comenzaron a dispararles. Las víctimas de aquel día se sumaron a una lista de más o menos 100 muertos y 1.000 heridos y desaparecidos en los últimos dos meses. Entre aquellos indignados se encuentra la persona cuyo nombre lleva el estadio. Dennis Martínez es el más famoso de todos los jugadores de béisbol nicaragüenses, fue inmortalizado por lanzar un juego perfecto ante los Expos de Montreal en 1991 (énfasis añadido).

Kinzer a continuación explica cómo Daniel Ortega es presuntamente responsable de la violencia que ha estado teniendo lugar en Nicaragua, y lo critica por permanecer «desafiante» frente a la negativa a dimitir de su cargo electo. Sin embargo, Kinzer se olvida de mencionar cómo los grupos opositores saquearon el estadio Dennis Martínez.

Lo singular de este artículo, escrito por un hombre que literalmente escribió un libro sobre el uso de la violencia por parte de la CIA con el objetivo de derrocar al iraní Mohammad Mosaddeq, es que Kinzer ni siquiera intentó identificar quiénes eran estos «francotiradores». Y aunque mucho más adelante realiza una breve referencia en su artículo a las supuestas «bandas paramilitares» de Ortega, no intentó establecer una conexión entre estas bandas y los francotiradores del estadio. En resumen, Kinzer ignoró lo más importante de la narración, y lo hizo porque se trata del detallé más incoveniente en su aparente campaña por instar a la dimisión de Ortega.

Si estos francotiradores son, como el gobierno nicaragüense afirma, parte del intento de la violenta oposición de derrocar a Ortega, entonces lo que está sucediendo en Nicaragua debe ser visto desde una perspectiva muy diferente con respecto a lo que nos dicen personas como Kinzer. Y esta es la única conclusión lógica. Simplemente no hay ningún interés por parte del gobierno nicaragüense, a más de un mes de las protestas, de incitar a más manifestaciones y generar más oposición al disparar contra una multitud de manifestantes. Esto sólo podría servir a los intereses de aquellos dirigiendo el golpe, y en verdad les ha servido bastante bien. De hecho, el propio Kinzer señala esto de forma correcta, explicando que «las marchas fúnebres se transforman en nuevas protestas, y cuando son atacadas [nuevamente, no se menciona por quién], el efecto se intensifica».

Ortega, quien actualmente tiene las riendas del gobierno, tiene todo el incentivo para que el status quo de paz y calma regrese a Nicaragua, y eso implica permanecer en su posición como presidente. Es la oposición la que necesita un cambio en el juego, un cambio que sólo podría producirse por acontecimientos dramáticos, como el ocurrido en el estadio de béisbol el dia 30 de mayo. Pero al parecer no vale la pena considerar este tipo de escenarios, según personas como Kinzer, que irónicamente repiten como loros el discurso de los golpistas que derrocaron a Mosaddeq y están pontificando en la prensa sobre la necesidad de promover la democracia por medio de la destitución de un líder electo.

En lo que sí pueden estar de acuerdo todas las partes, es en que los acontecimientos actuales en Nicaragua son realmente calamitosos, y lo son cada vez más con el paso de los días. La economía ya ha sufrido cerca de 250 millones de dólares en pérdidas, la cual es una cifra considerable para un país tan pequeño. Y esta cifra seguramente aumentará a medida que las empresas, incendiadas por la violenta oposición, no vuelvan a abrir sus puertas, y a medida que el turismo, una importante fuente de ingreso nacional, vaya disminuyendo. De hecho, hoy mismo, American Airlines anunció que suspenderán los vuelos a Managua como resultado de la violencia en el lugar.

Nadie en su sano juicio podría desearle alguna de estas cosas a otra nación, especialmente a un país que ha sufrido tanto como Nicaragua. Y les garantizo que si Ortega se ve obligado a abandonar su cargo a causa de la violencia, el resultado no será, como algunos en la ostensible izquierda quieren hacernos creer, una profundización de la democracia y el socialismo. Más bien, resultará en el retorno de la derecha al poder, el fin de los programas sociales que han beneficiado enormemente a los pobres y la destrucción de los símbolos y memoriales de la muy loable Revolución Sandinista. El resultado, en otras palabras, será una contrarrevolución.

Cualquiera que se autodefina como izquierdista, o incluso humanitario, debe oponerse a tal fin.


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