Libardo García Gallego •  Opinión •  24/07/2018

¿Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen?

Suele afirmarse que en una  democracia las mayorías eligen el gobierno que desean o se merecen. Para mí, esa afirmación es una mentira monstruosa en países, como Colombia, donde se alardea de vivir en democracia, pero la realidad es que aquí las decisiones las toman los dueños del país, la plutocracia o clase burguesa, la cual no llega al 2% de la población, un millón de habitantes, si acaso.

Mientras los ciudadanos carezcan de autonomía conceptual, de pensamiento crítico, y decidan según las orientaciones de los medios de comunicación, de las iglesias y de los patronos, la elección no es libre. Hay elección libre cuando se conocen a fondo las propuestas de los candidatos y cuando éstos son sinceros y explican minuciosamente sus proyectos con suficiente anticipación al día de la elección.

¿Quiere Colombia que el 60% de su población viva en la pobreza y en la indigencia, que los campesinos pobres y medianos sean desplazados de sus parcelas por terratenientes que las invaden para cultivos agroindustriales, que los dineros del Estado sean repartidos entre esa clase minoritaria en forma de altísimos salarios, de mermeladas, de coimas y de contrataciones corruptas, que tengamos que aceptar sin chistar las imposiciones de las grandes potencias y de las multinacionales, por ejemplo 10 bases militares gringas, que vendamos a menor precio las empresas más rentables del Estado, que no haya salud ni educación gratuitas, por lo menos para los sectores más empobrecidos, que el 10% de la población económicamente activa esté desempleada o con empleos informales o temporales, con ingresos miserables que no alcanzan ni  para una comida diaria y mucho menos para una habitación digna, que las multinacionales que explotan nuestros recursos sólo nos paguen ínfimas regalías y nos dejen el territorio destruido contaminado, sin agua y sin bosques, que no se garanticen los derechos humanos consagrados en la Constitución, que los poderes público sean para favorecer a ese 2% de plutócratas, que los peores criminales y corruptos no sean castigados ejemplarmente y por el contrario vivan muy orondos en la impunidad o cumplan ridículas penas en sus casas, que los líderes sociales, comunales, sindicales y los defensores de Derechos Humanos sean asesinados sistemáticamente para impedir que nuevas ideas democráticas se expandan entre la población, que se mueran de hambre miles de niños mientras los corruptos se roban el presupuesto para alimentarlos, etc., etc., etc., etc., etc……?

No! Faltando muchos ítems para completar la descripción simplificada de la Colombia actual, ningún ser humano conocedor de la misma está de acuerdo con esta situación. Inclusive, se preguntan: ¿Siendo Colombia un país sobrado en recursos naturales, por qué somos el segundo país con mayor desigualdad social en América, por qué no podemos vivir como en los países más desarrollados del mundo o como los del Norte de Europa donde la gente paga altos impuestos pero los derechos fundamentales son garantizados gratuitamente?

Lamentablemente la educación de los de abajo es muy deficiente y por ello el pueblo carece de elementos teóricos que le ayuden a entender las causas del atraso económico, de la miseria, de la desigualdad social, de la dependencia, de la antidemocracia. La mayoría de los pobres y miserables repiten, cual loros parlanchines, las ideas que difunden los ricos a través de sus medios de comunicación y demás aparatos ideológicos. Se recurre abusivamente al circo, al fútbol en primer lugar, para inducirnos un falso nacionalismo o patrioterismo, tratando de ocultar la lucha en que estamos 48 millones de colombianos carentes de medios de producción contra los 2 que los acaparan, vendiéndole al mundo la idea que el país es de todos y que vivimos muy felices en este país de las maravillas.

Es preciso cambiar el viejo dicho, mencionado al comienzo, por este: “La burguesía plutócrata elige los gobiernos que necesita”. Así llevamos más de 200 años dizque de vida republicana, observando cómo se reparten el poder entre las castas, entre las mismas familias de siempre, simulando libre participación ciudadana. El pueblo se reduce a esa clase minoritaria que todo lo detenta para su exclusivo beneficio. Aquí reinan el engaño, la explotación, la mentira de los de arriba y la sumisión de los de abajo, alienados rezanderos que sólo esperan la muerte para poder disfrutar de la felicidad celestial.

Falta capacitar al pueblo en Economía Marxista, en Materialismo Dialéctico, en Materialismo Histórico, ciencias que sí nos ayudan a comprendernos como seres humanos y a entender el mundo y que, por la misma razón, están ausentes de los currículos escolares. Tenemos que hacerlo clandestinamente, corriendo el riesgo del asesinato aleve por los sicarios encubiertos del Estado.

Armenia, 18 de Julio de 2018  

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