Arthur González •  Opinión •  20/07/2018

Continua la manipulación mediática de la Iglesia Católica contra Nicaragua

Las revueltas en Nicaragua empezaron hace tres meses, supuestamente tras el anuncio del gobierno sandinista de Daniel Ortega, de recortes al Seguro Social. Los mismos se revirtieron poco después, pero los estudiantes salieron a las calles y ocuparon plazas, calles y la principal universidad del país, para pedir la renuncia del presidente, algo que era el objetivo real y solapado.

Para alcanzarlo, ejecutan desde hace 90 días actos de violencia con armas de fuego, que han dejado más de 270 muertos y unos 2 mil 100 heridos.

Pero ¿quién le propuso al gobierno sandinista que hiciera tales recortes? Nada menos que el Fondo Monetario, institución que impone sus criterios y provoca la disminución de la capacidad adquisitiva de los pueblos. Lo mismo hacen en Argentina y en días recientes en Haití, con el aumento de los precios del combustible, que provocaron revueltas populares.

En Nicaragua todo estaba premeditado. La embajada yanqui en Managua venía impartiendo cursos a los estudiantes dentro de los locales de esa misión diplomática, de cómo había que luchar por los derechos civiles, los derechos humanos y toda la lista de acciones que no cumplen en su propio país.

Por eso es que una vez derogado el anunciado recorte al seguro social, los estudiantes incrementaron sus protestas y actos vandálicos, adquirieron y fabricaron armas de fuego, unido a bombas caseras y cocteles molotov.

¿Eso era necesario para revertir un recorte del presupuesto al Seguro Social, o había algo oculto tras esos reclamos, impulsado desde el exterior?

De nada han servido las sesiones de diálogo que el gobierno convocó, nada menos que con la Iglesia Católica, a pesar de ser parte bien activa de esa oposición al movimiento sandinista desde siempre y por su puesto al servicio de Washington.

Al no tener los resultados esperados de derrumbar al gobierno, ni lograr acciones internacionales contra Ortega, ahora recurren a mezclar más a la Iglesia Católica, con el marcado propósito de buscar una imagen prefabricada de represión gubernamental y pasar de “victimarios a víctimas”, vieja estratagema para confundir y manipular a la opinión pública internacional.

Basta con mirar y estudiar algunas imágenes que la prensa no ha podido ocultar, para percatarse de cuanta violencia hay en los manifestantes, los cuales portan armas de fuego para matar y herir a policías y al pueblo que apoya mayoritariamente al sandinismo, demostrado en las elecciones democráticas de noviembre 2017.

Los estudiantes orientados por la embajada yanqui, ocuparon la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), ubicada al lado de la parroquia Divina Misericordia, desde donde dirigían las acciones violentas contra la población y almacenaban un arsenal de armas, municiones y bombas, levantando barricadas para hacer intransitables las vías principales de Managua y otras ciudades como Masaya, creando el caos y el terror.

Los actos no tienen nada de pacíficos, queman, matan y hieren a todo el que se les ponga delante, los delincuentes organizan el pago de peajes ilegales para extorsionar a los que necesiten transitar por esas calles tomadas por la llamada “oposición”, algo que la curia católica no menciona.

Todo el teatro mediático está estudiado para trasladar la imagen de un gobierno represivo, a pesar de que las agresiones con armas y cocteles molotov fueron iniciadas por los “opositores pacíficos”, pero ante esa realidad que tratan de deformar, el clero católico calla en total complicidad con las acciones terroristas.

La violencia, el asesinato y la mentira no están contempladas dentro de la ley de Dios y debe ser condenada, no apoyada y respaldada por una curia reaccionaria, esa que estuvo al lado de la contrarrevolución armada, entrenada y financiada por la CIA contra Nicaragua en la década de los años 80.

Basta de hacer propaganda contra los gobiernos de izquierda de la región, a la vez que no condenan los abusos de gobiernos pro yanquis que ahogan a los pueblos, con medidas neoliberales y represiones salvajes como las que se producen en Argentina y Brasil, los asesinatos selectivos de líderes sociales en Guatemala, Honduras, Colombia y los cientos de miles en México, sin que la Iglesia los condene.

No se puede querer ser juez y parte para después hacerse el mea culpa hipócritamente.

Los jóvenes que mueren en Nicaragua son responsabilidad de los que salieron a las calles armados; tal situación de pacífica no tiene ni la más mínima pinta, a otro con eso cuento.

La propia Asociación Nicaragüense pro Derechos Humanos, asegura que los paramilitares usan armas de alto calibre y los manifestantes “opositores” portan armas y bombas artesanales.

¿No ven esos actos los obispos y sacerdotes nicaragüenses? ¿Por qué no hay una condena contra los que asesinan a policías y seguidores de Ortega?

Para sellar su complicidad con quienes organizaron e iniciaron la violencia y la muerte, el Cardenal de Nicaragua, Leopoldo Brenes, declaró hace unas horas: “urge la intervención de los organismos internacionales para evitar la repetición de esa noche de temor y balas”, después que el Cardenal de Nicaragua, Leopoldo Brenes acogiera a los opositores que tenían tomada la Universidad. Sin embargo, el prelado no hace un llamado a los manifestantes a terminar con sus actos terroristas.

Dios los condenará a todos, pues siempre dijo: amaos los unos a los otros.

Cada cual cargará con su responsabilidad histórica y todos serán analizados en el juicio final, pero como sentenció José Martí:

Hay hombres que viven contentos, aunque vivan sin decoro… y cuando hay muchos sin decoro, hay siempre otros que en sí tienen el decoro de muchos hombres”.

*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.

Fuente MartianosHermesCubainformación


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