Libardo García Gallego •  Opinión •  25/05/2018

La boda real, desmemoria y manipulación

Da tristeza ver como el mundo se embelesa, se emboba, alrededor de una ceremonia religiosa donde se formaliza el matrimonio entre un príncipe y una plebeya y para la cual los medios no economizaron espacio.

Y no porque pertenezcan a clases sociales diferentes sino porque un matrimonio es algo tan común y normal que no debería convertirse en espectáculo mundial. Lo que más preocupa es que todavía exista tanto interés en los asuntos monárquicos cuando hace muchísimo tiempo que deberían haber desaparecido los reyes de la faz de la tierra. Hasta el castillo de Windsor se desplazaron miles de curiosos amantes del esclavismo y del colonialismo a rendirle pleitesía a esa institución obsoleta y digna del repudio universal.

Quizás llegaron diseñadores de trajes, de jóvenes deseosos de vestir y desfilar como príncipes y de ambiciosas jovencitas que desean desposarse con príncipes de sangre azul, similares al inglés. Quienes pensamos en que la ceremonia matrimonial no es sino una demostración pública de amor entre dos personas nos aterramos ante el exagerado boato de la boda real.

¿Cómo que en pleno siglo XXI, a 230 años de la Revolución Francesa, aún haya gente rindiéndole pleitesía a los reyes y a la nobleza, en general, como si no conocieran la historia universal, como si ignoraran la crueldad de las monarquías de todo tipo, es como si en Colombia tuviéramos nostalgia de cadenas y recordáramos con cariño a los desgraciados reyes católicos, contra quienes nuestros antepasados tuvieron que librar una feroz guerra para podernos independizar? Por eso produce ira tanto escándalo por la tal boda real, como si el mundo ya hubiese perdonado los robos, los atropellos y el esclavismo contra tantos pueblos asiáticos, africanos y americanos; como si las luchas de patriotas, como Gandhi, Mandela, N”Krumah, Nasser, Livingstone, Lumumba y muchos otros, contra el Imperio inglés hubieran sido simples e innecesarios alborotos terroristas.

La boda real fue, tácitamente, una manifestación de apoyo a las monarquías que siguen vigentes en varias partes del mundo, en contra de las auténticas democracias, cuando lo que debieron hacer fue un gigantesco mitin contra las monarquías, por los derechos humanos y contra el absolutismo.

Claro que si Uribe, el terrorífico, cuenta aún con miles de admiradores, no es de extrañar la existencia de movimientos defensores del racismo, de la exclusión de los pobres, del sectarismo y del fanatismo religioso, de la destrucción de la naturaleza, es decir, de enemigos de los derechos humanos, para quienes los que propendemos por la libertad de expresión, por la libertad de cultos, por la libertad al libre desarrollo de la personalidad, por un ambiente sano, somos una “plaga” que debe desaparecer, según palabras del candidato Vargas Lleras.

Lástima que continúa predominando la forma sobre el contenido, lo superficial sobre lo esencial, lo secundario sobre lo primario, la moda sobre el vestido. En las encuestas amañadas en relación con las elecciones presidenciales sigue adelante el candidato más joven y mejor parecido, aunque sus propuestas sean para favorecer la oligarquía, a la élite, y para acabar de empobrecer a los de abajo; las gentes del común, desinformadas, creyentes y sumisas, prefieren obedecer las órdenes dictadas por los medios.

Otro ejemplo. La mitad de los electores venezolanos, unos 10 millones, votaron por candidatos a la Presidencia, el 70% de ellos por Maduro, pero según los medios, la razón la tienen los emigrantes y la minoría opositora; en cambio en Colombia dizque sí hay democracia donde la abstención es igual que en Venezuela y acaban de elegir un alcalde corrupto en Cartagena con el 20% del potencial electoral. Qué ironía! Trump y sus marionetas poderosas de América obligan a nuestros pueblos a repetir sus opiniones sobre lo que es o no es democrático. Y los alienados e ignorantes obedecen.

Armenia, Mayo 22 de 2018

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