Marcelo Langieri •  Opinión •  17/05/2018

Del hecho maldito a la integración al sistema

Del hecho maldito a la integración al sistema

“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”.

(Rodolfo Walsh “Cordobazo” en el Periódico de la CGT de los Argentinos, 1969)

Lo primero a señalar es la existencia de un gobierno de derecha moderno, pragmático e inescrupuloso, que sería impensable en tiempos donde no imperara el individualismo y una marcada desigualdad social. Una derecha que ha encontrado, por razones que intentaremos bucear más adelante, la forma de legitimación política en el voto popular, más allá de los condicionamientos a los que éste está sometido. Derecha que decidió el asalto al gobierno como instrumento de su estrategia de dominación social y como política de poder en busca de la consolidación del capitalismo dependiente del siglo XXI.

Si bien el gobierno encuentra antecedentes programáticos dentro del período democrático, tanto en el menemismo como en la Alianza, se puede decir que representa un experiencia inédita en la política Argentina reciente. Argentina caracterizada, no sin contradicciones y plagada de paradojas, por procesos de reconocimiento y ampliación de los derechos humanos y civiles. En este marco, por primera vez en esta etapa histórica, la derecha descarta la tradicional estrategia “del entrismo” en los partidos populares de cuño reformista y opta por la construcción de un alternativa independiente. Ello más allá de las alianzas que establece -donde preserva para si la dirección política subordinando a otras fuerzas, como el radicalismo- para construir una fuerza con identidad propia. Tanto el menemismo como la Alianza son claras expresiones de la estrategia del “entrismo” y de la identificación con las políticas neoliberales abiertas o encubiertas.

Surge entonces la pregunta acerca de por qué se desarrolla una nueva estrategia por parte de las clases dominantes si la táctica del entrismo había resultado exitosa. Basta recordar que permitió el desarrollo de políticas que beneficiaron a los sectores más poderosos de la sociedad, que contribuyó a garantizar la gobernabilidad del sistema y a emprender políticas de ajuste económico y de subordinación política y social de los sectores populares.

El gobierno de Cambiemos a través de sus medidas de gobierno no se sabe si tiene lisa y llanamente un plan de saqueo, para producir un posterior repliegue para que el costo lo pague otra fuerza política o por el contrario representa la pretensión de implementar un nuevo modelo de acumulación.

Este cuadro de situación, apenas esbozado, sirve para preguntarnos por qué esa fuerza política de derecha, sin arraigo político y social más allá de la Ciudad de Buenos Aires, encaró exitosamente el enorme desafío de construir una fuerza política propia. Y lo que es más importe: qué hizo posible y viable ese salto político. Resulta notorio que la victoria electoral, el estrecho margen en el resultado lo corrobora, no era la expectativa principal existente. También es notorio que generó cambios significativos en la política y en la sociedad Argentina.

La intención de construir fuerzas de derecha en los períodos de juego democrático no constituye una novedad. Justamente,  el fracaso sistemático en hacerlo fue la regla y la motivación principal de la práctica “del entrismo” en las expresiones populares.

Qué produce entonces la situación de vacancia que da lugar a este nuevo fenómeno. Y dado que el que aparece como el antagonista en este juego es el peronismo, ya que el radicalismo ha sido cooptado por el macrismo, la pregunta es qué pasó con el peronismo que dejó la primacía electoral no ya en manos de una propuesta liberal con rostro democrático, hay que recordar que el peronismo ya había perdido varias elecciones, incluida la mítica provincia de Buenos Aires con el alfonsinismo y la Alianza, sino en manos de una derecha a cara descubierta.

Se trata entonces de pensar al peronismo y su desempeño tanto en el ejercicio del gobierno como en el llano teniendo en cuenta que a la finalización de los ciclos precedentes, en los qu había sido derrotado, se encontraba, renovaciones y reorganizaciones mediante, como una alternativa política.  Pueden entenderse estos ciclos cortos y la alternancia que se produce, más por defecto que por virtud, como expresión de un empate hegemónico donde las fuerzas políticas y sociales en pugna no logran imponer sus proyectos de manera estable.

No se trata aquí de equipar al menemismo con el kirchnerismo, hay una diferencia abismal entre ellos, sino de comprender porque el peronismo produjo ambos fenómenos y cómo ellos impactaron, y lo siguen haciendo, tanto en el peronismo como en la política argentina en general. Paradojalmente, ambos fueron hegemónicos en el peronismo, con mayorías parlamentarias, control de las provincias, control social, y ambos fueron observados como formas de negación del peronismo.

Entre el menemismo y el kirchnerismo media un fenómeno central: la crisis del 2001. Crisis que produce el terremoto  político, social y económico que reformatea a la sociedad argentina y da lugar en lo político a fenómenos como el kirchnerismo y al propio macrismo. Es decir, que crea las condiciones para el surgimiento de nuevas o renovadas expresiones políticas. Crisis que derrumba simbólicamente lo establecido y habilita la aparición de lo nuevo.

El gobierno kirchnerista fue el primer producto de esa crisis y fue posible en un marco de gran dispersión, pero como parte del peronismo. Los ímpetus de la época lo llevaron por senderos virtuosos a la vez que se establecían los límites de su proyecto, que no era sino un proyecto dentro del peronismo. De los límites que establecía éste para facilitar o garantizar la gobernabilidad. Piénsese en la relación con los gobernadores y con el sindicalismo. Así, el gobierno kirchnerista tomó la iniciativa para impulsar una decidida política de reivindicación de los derechos humanos y de ampliación de derechos civiles y sociales –fortalecimiento e impulso de políticas sociales, recuperación del sistema jubilatorio, matrimonio igualitario, ley de medios, entre otros- y tuvo un fuerte desgaste político producto de conflictos estratégicos, como el del “campo” y los medios hegemónicos de comunicación. A esto hay que sumarle las debilidades y  concesiones al modelo extractivista.

Las experiencias realizadas, con centro en el agotamiento del estado de bienestar del primer peronismo y la derrota de la Tendencia Revolucionaria del peronismo son los acontecimientos fundamentales que le cambian el sentido al actual peronismo. El primero le dio forma e identidad a la inclusión social generando el movimiento político popular más importante de la historia argentina moderna. Las masas pasaron a tener una gravitación fundamental en la política nacional.

La Tendencia Revolucionaria, entendida como el conjunto de expresiones políticas que tuvieron centenares de expresiones que recogieron las mejores tradiciones de lucha del peronismo y que van desde los diversos agrupamientos de la juventud, el sindicalismo combativo y las organizaciones armadas, que tuvieron la cualidad de ser parte del alza de masas producido en los años 60 y 70 que dieron lugar al surgimiento y vigorización del movimiento popular. También juega un rol importante en este proceso la aparición de una nueva izquierda donde una de sus  características novedosa era la revalorización del peronismo. A su vez se produce una radicalización del peronismo producto de sus experiencias de lucha contra la dictadura, el imperialismo, la burocracia sindical y el capitalismo. Los hechos y representantes que pavimentan este camino son la Resistencia, los Programas de Huerta Grande y la Falda, La CGT de los Argentinos, El Cordobazo, el crecimiento de la JP, las organizaciones armadas, entre muchísimas otras expresiones de lucha y organización.

El reflujo de masas y la derrota de los proyectos revolucionarios fueron desdibujando el carácter transformador del peronismo. Esas condiciones permitieron que la reconfiguración del sistema político argentino tuviera al peronismo como un actor principal. La derrota con el alfonsinismo dio lugar a un proceso de renovación que representó la consagración de un peronismo liberal que negó la trayectoria transformadora y revolucionaria del peronismo y como parte del fenómeno  desdibujó, cuando no anuló, el rol de los trabajadores en el seno del movimiento. La burocratización creciente del movimiento obrero facilitó el desplazamiento de los representantes obreros en los órganos políticos de representación. Los llamados mariscales de la derrota respondían a un esquema corporativo donde la vieja guardia sindical tenía una gran influencia. Su derrota y desplazamiento paradojalmente significaba la consagración de un modelo liberal y adaptado al sistema. Los cuadros principales de la Renovación Peronista fueron a la postre los actores principales del menemismo y los responsables de transformarlo en un instrumento del régimen. Inclusive las mejores expresiones del peronismo fueron tributarias de ese proceso aunque el peronismo como identidad de masas conservara huellas, el calor y las esperanzas de aquél movimiento popular capaz de canalizar las energías transformadoras del pueblo argentino. En alguna medida ser depositario de una memoria popular portadora de las banderas de igualdad y justicia. Y ello, en buena medida merced a la inexistencia de alternativas populares capaces de concitar la voluntad popular mayoritaria.

El agotamiento del menemismo dio lugar a La Alianza y a la frustración política más importante de la historia argentina. Impotencia, frustración, y entrega que desembocaron en una crisis que sumergió en la pobreza a la mitad de la población  y quebró a la Argentina.

Pero la crisis se transformó en una oportunidad. En ese marco, con el desgaste del radicalismo, responsable de la crisis, el piloto de tormenta solo podía salir del peronismo. Y así fue, Eduardo Duhalde fue el conductor político de un proceso de reconstrucción de la gobernabilidad donde el costo lo pagó el pueblo argentino. El brutal empobrecimiento social fue parte del proceso de transferencias de ingresos regresivo que se utilizó para salir de la crisis. Con el peronismo combativo desdibujado o inexistente y una izquierda marginal el peronismo era el único actor capaz de cabalgar la crisis. Y lo era también porque era el garante de la gobernabilidad y de la estabilización del sistema. Nuevamente el peronismo emergía como un instrumento del régimen.

El surgimiento del kirchnerismo, posibilitado por la fragmentación del peronismo, fue una bocanada de aire fresco en la política argentina. La debilidad de origen posiblemente haya llevado al gobierno a transformar la debilidad en virtud. Especialmente para enfrentar los problemas sociales más acuciantes: desocupación, pobreza, endeudamiento, recuperación de la actividad económica, empleo. Siguiendo a Eduardo Lucita  podemos decir que a inicios de los 2000 se abre un ciclo en que el Estado, favorecido por altos precios internacionales y la demanda de China, captura renta extraordinaria y busca ampliar espacios para la industria pero carente de un programa claro y sin asignar financiamiento específico, no logra mayores resultados. Con la globalización y bajo la hegemonía financiera, se ha agudizado la subsunción de la agricultura al capital a escala mundial. Estas tendencias jerarquizaron la renta del suelo y reforzaron la orientación hacia un modelo exportador, extractivo y altamente degradador del ambiente.

Con independencia de los avances señalados más arriba en materia de derechos humanos y sociales, y en la creación de un clima político favorable a los intereses populares durante el kirchnerismo la derrota electoral tanto en las elecciones presidenciales como en las de medio término colocan al peronismo en un estado de situación donde impera la fragmentación y, fundamentalmente la ausencia de una dirección.

El amplísimo arco ideológico existente en el peronismo contempla a los gobernadores, de perfil conservador y reaccionario, el sindicalismo, dividido en sindicalistas empresarios y una burocracia combativa, un tercer sector sindical combativo, una “clase” política beneficiaria del sistema político más preocupada por la gobernabilidad y sus propios intereses y que piensa que hay que hacer lo mismo que hace el gobierno pero mejor; una dirigencia política y social, dependiente de aparatos, un conjunto de militantes profesionalizados con convicciones melladas y escasa autonomía, un conjunto de militantes identificados con las banderas históricas del peronismo y una identidad que flota en la sociedad por su historia y heroísmo pero mayoritariamente sin organización ni dirección política.

Enfrentamos una gran ofensiva de las clases dominantes y una fuerte resistencia a esa ofensiva. Pero esta resistencia ha sido más potente en las calles que en el parlamento o en las urnas y está sostenida por movimientos sociales con mayor autonomía u otros emergentes y de una extraordinaria potencia, como el feminismo, que es totalmente ajeno a las fuerzas políticas tradicionales . En el parlamento los votos para aplicar las leyes más retrógradas y ofensivas para los intereses populares los pusieron muchas veces los “compañeros” peronistas.

El peronismo que perdió las elecciones presidenciales también contiene a sectores que se preocupa para que al gobierno le vaya bien y no que al pueblo le vaya bien.

Enfrentamos un brutal ajuste pero no se trata solo de rechazar el ajuste y forjar alianzas con la ilusión de derrotar en las urnas a Cambiemos. Se trata de pensar si la unidad sin programa, sin base social organizada, sin capacidad de generación de consenso y dirección al movimiento es un instrumento válido para la reconformación del movimiento popular.

Sísifo es un personaje de la mitología griega al que los dioses habían condenado a transportar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso.

 

*Extraído de https://grandesalamedasblog.wordpress.com


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