Francisco González Tejera •  Opinión •  05/04/2018

Los novios de la muerte y del saqueo

Les gusta cantar himnos fascistas como “El novio de la muerte” a la pandilla del partido de la Gürtel, allí estaban rindiendo honores esta Semana Santa a La Legión y a su Cristo de la Buena Muerte, todo va de muerte entre esta gentuza, la ministra de defensa y otros conspicuos menesteres para beneficio ilícito de su ínclito marido la tal Cospedal, junto a otros pendencieros ministruchos como Zoido, De Vigo y Catalá, cuyo mayor entretenimiento es perseguir o meter en la cárcel a personas honradas que defienden el derecho a decidir de su pueblo en Catalunya, a raperos que cantan la verdad y la justicia, mientras dejan en la puta calle a los miles de ladrones y delincuentes de su partido. Hasta el mamporrero ex de Fuerza Nueva, Rafael Hernando, salió de su caverna para afirmar que él también lo canta y se pone a mil con la misma canción del Facio español.
 
El criminal fascista de lesa humanidad Millán Astray fundó este cuerpo al mejor estilo de organizaciones como la Gestapo, cuyo objetivo fue encabezar el genocidio junto a Falange, llevándose por delante las vidas de cientos de miles de defensores de la democracia y la libertad en 40 años de dictadura, más la siniestra propina de 40 años más de pseudodemocracia nacionalcatólica podrida de corrupción.  

Ahora sus esbirros entonan esa canción dedicada al lúgubre hedor de la sangre, al terror, a la persecución, a las fosas comunes, a las cunetas, a sus criminales Brigadas del Amanecer. Se corren de gusto después de comulgar tortillas de hostias, se emocionan en su ardor patrio tarareando el run run de la muerte por su apestosa patria, esa que mata de hambre a millones de familias sin ingresos, la que genera que más de cinco millones de niños y niñas sufran desnutrición y graves problemas para acceder a una alimentación en condiciones. 
 
Esa es su triste patria, la patria del dinero, del IBEX 35, de las privatizaciones, de la tortura, del desempleo, de los suicidios por motivos económicos, de los asesinatos masivos de personas dependientes a las que dejan sin ayudas, del robo, del saqueo generalizado del patrimonio público del estado, de los recortes salvajes sobre la clase trabajadora, la estructuración de leyes para cercenar derechos tan legítimos como el de la Libertad de Expresión.
 
Cantan y cantan, pero su aliento apesta a hipocresía, a complicidad con su plácido y adorado franquismo, ya no se cortan nada de nada, vulneran la Constitución, él derecho a la aconfesionalidad, se la pasan por los huevos, la escupen mientras se regodean cantando y humillando el dolor de las cientos de miles de familias, hijos e hijas, nietos y nietas de quienes todavía rebosan las fosas comunes y las cunetas repletas de cráneos con tiros en la nuca sin esperanza de exhumación y sepultura digna.
 
Su vergonzoso canto indica que volverían a repetir el genocidio sin que les tiemble el pulso, eso es lo más terrible, lo que no es motivo de broma, porque siguen en la misma línea de sus antecesores, aquellos que usaban el pelotón de fusilamiento y el garrote vil para asesinar a Salvador Puig Antich, a Federico García Lorca, a Julián Grimau, a tanta gente buena, a lo mejor de nuestro pueblo.
 
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