Arthur González •  Opinión •  16/03/2018

Estados Unidos, un imperio sin careta

Con la designación del ex director de la CIA Mike Pompeo, como nuevo Secretario de Estado, el imperio yanqui se quitó la careta y ahora continuará su intervención en los asuntos internos de otros países, sin ningún tipo de afeites.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se siente como el gran emperador romano, demostrándolo con sus métodos de dirección que desprecia hasta sus propios colaboradores, a quienes ni siquiera cita para despedirlos como hizo con el secretario de Estado Rex Tillerson, quien se dice lo conoció por el tuit del presidente.

A partir de este momento la CIA hará lo que se le antoje, incluso en países aliados como actualmente hacen en el espionaje de las telecomunicaciones y las redes sociales, por donde controlan a presidentes, senadores, ministros, partidos políticos y a cuanta persona se les antoje.

Sobre Gina Haspel, nueva directora de la tenebrosa agencia de inteligencia, se señalan antecedes como el programa de torturas implementado durante el gobierno de George W. Bush; su responsabilidad en las ejecutadas en las cárceles clandestinas de Tailandia, donde los prisioneros fueron sometidos al ahogamiento simulado y otros martirios, algo que para algunos resulta sorprendente.

La actual directora no es una excepción, porque la CIA desde su fundación en 1947 se especializó en acciones similares y su primer director, Allen W. Dulles, marcó la dirección por la que aun transitan sus especialistas en acciones encubiertas.

Nadie debe olvidar los golpes de Estado ejecutados con apoyo de la CIA en los años 40, 50, 60, 70 y 80, contra Ecuador (1947), Perú (1948), Cuba (1952), Guatemala (1954), Colombia, Paraguay (1954), Brasil (1954 y 1964), Argentina (1955 y 1966), Uruguay (1967) y Chile (1973).

Las invasiones a República Dominicana y Panamá, contaron con el apoyo total de la CIA para derrocar gobiernos “no aceptados” por Washington.

Qué decir de la Operación Cóndor (1975-1983), causante del asesinato de miles de jóvenes latinoamericanos, donde la tortura y desapariciones de personas eran cotidianas, solo por tener ideas diferentes y desear vivir en libertad y democracia.

Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile y Argentina sufrieron los embates de esa Operación de la CIA y muchos todavía buscan nietos robados en sus cárceles clandestinas y vendidos como mercancías.

Dónde dejar el proceso del Irán-Contra en 1982 para derrocar el gobierno sandinista de Nicaragua, la invasión a Granda en 1983 y a Panamá en 1989, con miles de muertos a manos de los yanquis.

Más reciente están la intervención “democrática” en Haití en 1994 y 2004 y los planes de Acción Encubierta contra la revolución bolivariana en Venezuela, con objetivos similares a los que tienen contra Cuba.

La lista de actividades de la CIA es infinita, incluyen el complot del magnicidio al presidente J.F. Kennedy; la guerra de Viet Nam; el derrumbe de las Torres Gemelas como pretexto para iniciar le invasión a Afganistán; la campaña de las supuestas armas químicas en Irak que les permitió invadir ese país; el asesinato del presidente de Libia y la invasión a ese estado soberano; así como la guerra sufragada contra Siria.

Contra Cuba, desde marzo de 1960 no han dejado de realizar actos terroristas bajo sus planes de Acciones Encubiertas, todos aprobados por los presidentes de turno en la Casa Blanca, como fue la voladura del buque francés La Coubre, aquel fatídico 4 de marzo de 1960 donde murieron despedazados 101 trabajadores del puerto, más un indeterminado número de desaparecidos, acto que inició el inventario de atrocidades que aún resiste el pueblo cubano.

La lista incluye el asesinato de campesinos, maestros voluntarios, alfabetizadores, sin olvidar los cientos de planes para asesinar a Fidel Castro, reconocidos por la Comisión Church ante el Comité Selecto del Senado de Estados Unidos.

La CIA puso en práctica la execrable Operación Mangosta, para sembrar el terror y el descontento en Cuba, instaurando la tristemente célebre Operación Peter Pan, mediante la cual sacaron de la isla a 14 mil 38 niños, sin sus padres, y la criminal Guerra Económica, que pretende matar de hambre y enfermedades a todo un pueblo.

A ello se suman la guerra biológica de la CIA contra Cuba, lo que constituye un delito de lesa humanidad, con la introducción de virus y gérmenes fabricados en sus laboratorios en Fort Detrick, entre ellos la fiebre porcina africana; el moho azul del tabaco; la roya y el carbón contra la caña de azúcar; la tristeza del cítrico; la broca del café; el dengue hemorrágico que en su primera aparición costó la vida de 158 personas, de ellos 101 niños.

Igualmente, han introducido el virus de SNB que produce la enfermedad Seudodermatosis Nodular Bovina; la conjuntivitis hemorrágica, detectada 4 meses posterior al dengue hemorrágico, y según testimonio de la Oficina Sanitaria Panamericana dicha epidemia nunca había estado presente en este hemisferio.

Otras enfermedades introducidas en Cuba son:

La enfermedad de New Castle, que afectó la producción de huevos y carne de aves; el Herpes Virus MUB, que produce lesiones ulcerativas en ubres de las vacas e impide la producción de leche; la Sigatoka Negra contra el plátano, algo que no se había reportado antes en Cuba; virus de la EHVC provocador de la hemorragia viral de los conejos; el Thrips-Palmi-Karmy, hasta ese momento exótico en territorio cubano que afecta las cosechas de la papa y otros cultivos.

Por tanto, nada de asombro con la nueva directora de la CIA, una más que cargará sobre su conciencia la muerte y enfermedades causadas por sus planes de subversión contra aquellos países que se ponen decididamente a la política imperial de Estados Unidos.

Ante eso, no olvidar lo expresado por José Martí:

Cuando los imperios llegan a la cumbre de su prosperidad, están al borde del precipicio que los devora”.

*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.

Fuente: MartianosHermesCubainformación


Opinión /