Arthur González •  Opinión •  23/10/2017

La historieta de los inventados “ataques” acústicos se esclarece

Estados Unidos creador de la guerra sicológica, no hace nada sin que detrás se oculte un objetivo y así lo hace contra Cuba con los “ataques acústicos” que no cesan de divulgarse por su prensa oficialista.
Pasadas algunas semanas el panorama se ve mucho más claro y evidencia que el verdadero propósito es dañar la entrada a Cuba de visitantes extranjeros de Estados Unidos, y todo parece indicar que Canadá será su próximo objetivo, el mayor emisor de turistas.
En 1953, el diccionario de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, define la Guerra Sicológica como:
 “La acción emprendida por parte de una nación o de varias naciones, de propaganda y otros medios de información contra grupos enemigos, neutrales o amigos de la población, para influir en sus concepciones, sentimientos, opiniones y conductas, de manera que apoyen la política y los objetivos de la acción y grupos de las naciones que sirven a la guerra sicológica”.
En la actualidad, la guerra sicológica es una estrategia global para desestabilizar gobiernos no afines a los Estados Unidos, donde se pretende cambiar su sistema político, económico y social.
Emplean las nuevas tecnologías de la informática para trasladar informaciones falsas o distorsionadas, desinformar y difamar, con el fin de confundir, sembrar dudas y crear matrices de opinión a fines con los intereses estadounidenses.
Prueba de que los propósitos de Estados Unidos es cortar la entrada de visitantes y afectar la economía cubana, fueron las alertas del presidente Donald Trump, de que Cuba es responsable de los “ataques acústicos” y para limitar el flujo de visitantes, diariamente publican nuevos casos de supuestos afectados por los ruidos.
Con vistas a lograrlo, Washington emitió restricciones de alojamiento en los hoteles Nacional y Capri; reciente divulgaron que “un visitante norteamericano regresó afectado por los ruidos”, todo sin la menor prueba legal, ni la definición de qué equipo los produce, dónde se instala, quiénes lo operan y que características técnicas posee que nadie lo ve, ni siquiera los oficiales del FBI y la CIA acreditados dentro de su embajada en La Habana.
Para incrementar el miedo entre los estadounidenses y especialmente en el tema de los altos gastos de salud que tendrían que pagar si son “atacados” por el ruido misterioso, la AP, acaba de publicar una fantástica historia de un yanqui que dice llamarse Chris Allen, residente de Carolina del Sur, quien asegura que en abril del 2014 se hospedó dos noches en el Hotel Capri, pero decidió marcharse porque sintió en su cuerpo un inexplicable entumecimiento y hormigueo.
Míster Allen declaró a la AP que viajó a Cuba a través de México para pasar vacaciones, violando las leyes del “embargo”, pero de eso la AP no escribió una letra, ni el Departamento de Estado ni la OFAC lo han citado para multarlo, como establecen sus leyes.
Sin embargo, garabatean páginas para describir los miles de dólares que tuvo que pagar en exámenes médicos para supuestos tratamientos médicos, algo que, si puede causar pánico entre los estadounidenses, por ser el único país del llamado primer mundo que no posee un servicio de salud público sin costos para sus ciudadanos.
Para crear terror entre sus lectores, la AP asegura que “pasados seis meses Allen continuó con sus síntomas y fue examinado por seis neurólogos” sin más detalles, y añaden que “este es uno de tres docenas de viajeros estadounidenses que han contactado a la agencia, alarmados por la posibilidad de haber sido víctimas de estos extraños y sigilosos ataques en Cuba”.
Al constatar que sus mentiras no frenan la afluencia de turistas a Cuba, y ante la próxima temporada alta, continúan con su guerra sicológica con relatos infantiles.
El más reciente se trata de la historia de uno de los más de 100 presos que tienen los yanquis en su ilegal cárcel en la base naval en Guantánamo.
Esos presos, trasladados a dicha base después de la ocupación militar de Estados Unidos a Afganistán, no tienen derecho a juicio, ni a visitas de sus familiares y amigos, los mantienen confinados en celdas de castigo, donde son torturados y sometidos a tratos inhumanos, por lo que el Departamento de Estado tuvo que declarar ante la Comisión de las Naciones Unidas encargada del tema.
Para incrementar su campaña contra Cuba, el libelo El Nuevo Herald, publicó un artículo firmado por Henry Chirinos, donde relata que “un prisionero dijo haber percibido ruidos extraños en su celda en Guantánamo, con  síntomas muy parecidos a los denunciados por los diplomáticos estadounidenses que fueron víctimas de presuntos “ataques acústicos” en La Habana”.
Parece que El Nuevo Herald olvidó las huelgas de hambre que sistemáticamente hacen los prisioneros en la base naval yanqui, por el maltrato de que son víctimas y la ilegalidad del confinamiento que padecen.
La realidad es que Ramzi bin al Shibh, internado en la base yanqui desde 2006, ha denunciado sentir vibraciones en su cama dentro de la celda que ocupa.
Sobre el hecho, el fiscal Clay Trivett declaró que ningún empleado estadounidense de la base naval, válida las denuncias de Bin al Shib, y aunque el detenido se queja reiteradamente sobre los ruidos, seis o siete guardias de la cárcel estudiaron la situación y solo ese detenido es quien se queja, por lo que se muestran escépticos ante tal denuncia.
Como la acusación afecta a las autoridades yanquis, el fiscal Clay Trivett concluyó: “según lo que sabemos, no está ocurriendo, es algo que sólo está en la mente de una persona”.
En el caso de La Habana la reacción no es similar, porque la campaña política es amplificar los “ataques” y causar temor en los turistas; así de sencillo.
Razón tenía José Martí cuando afirmó:
“Mientras más de cerca toco las cosas políticas, más repugnancia me inspiran”.

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