Pedro I. Altamirano •  Opinión •  07/10/2017

Hace tiempo que dejé de creer en España

Hace tiempo que dejé de creer en España

Hace tiempo que deje de creer en España, en las naciones, en las fronteras, para comenzar a creer en los pueblos y las personas.

Soy nacionalista andaluz, de izquierdas, republicano y, sobre todo, humanista, ese humanismo heredado de Blas Infante, el que nos dice que los andaluces somos para sí, Iberia y la humanidad. Mi nacionalismo nace de derribar fronteras, de acercar personas y compartir culturas.

No creo por tanto ni en España ni en Portugal, pero tampoco en ninguno de las naciones de la actual Europa de mercaderes y usureros, que sólo ha conseguido crear fronteras que dividen y separan pueblos a base de guerras y sangre. Creo en las personas, en las culturas. Las naciones, las verdaderas naciones no tienen fronteras, porque las culturas no las tienen, los pueblos, las personas no entienden de fronteras. Solo entendemos de convivencia.

Estas son las bases del nacionalismo andaluz en el que creo y milito; un nacionalismo que desmiente al nacionalismo excluyente y egoísta. Un nacionalismo que intenta unir a un pueblo entorno una idea, quizás romántica y utópica, pero el mundo no sería lo que es sin los románticos y los que persiguen los sueños.

Ese sueño, esa utopía se llama República Federal de Andalucía, una República para un pueblo, una República para destruir todo aquello que nos separa y nos aísla. Una República para un sueño. El sueño de comenzar a construir un nuevo país, una nueva Europa. El sueño de reunir a todo un pueblo unido bajo una misma cultura, la Andaluza, esa que es tan grande, que es imposible delimitar esas fronteras imaginarias.

Por todo ello, si actual Europa ya ha derribado las fronteras administrativas, las naciones ya no mandan, solo obedecen las órdenes de Bruselas, qué problema hay en comenzar a derribar de verdad las actuales fronteras nacionales, para crear la verdadera Europa de los pueblos. La verdadera construcción de la nueva Europa debe comenzar por reconocer los pueblos que la forman y respetar, tanto su existencia, como su identidad y capacidad de autonomía.

Creo en una península ibérica de los pueblos integrada en esa nueva Europa. Para ello los andaluces queremos volver a reunir bajo nuestra soñada República a todos aquellos que compartimos una misma cultura, un mismo modo de pensar, de ser, de sentir, como somos y sentimos los andaluces de las actuales fronteras, pero también a nuestros hermanos del Algarve, del Alentejo, de Badajoz, de Murcia, de nuestros hermanos del Rif, y de toda esa inmensa diáspora de millones de andaluces hebreos y musulmanes, repartidos por todo el mundo. Unir a un pueblo desperdigado para construir una nueva realidad como nación, como República, para, desde nuestra unidad, nuestra soberanía, nuestra independencia, romper las fronteras y, junto al resto de pueblos de Iberia, y Europa, alcanzar el sueño utópico, o quizás no, de una Europa sin fronteras y de los pueblos.

Una Europa de vascos, escoceses, balones, corzos, andaluces, balones, catalanes… que sin duda será la verdadera Europa fuerte, democrática y unida, unida porque lo queremos y no porque nos lo imponen. Una Europa unida por las personas y no por los mercaderes. Una Europa en la que los nacionalismos desaparezcan porque ya no tengan sentido, desde el reconocimiento de quiénes somos cada uno.
Ya hace tiempo que dejé de creer en España, para creer en los pueblos, en las personas.

Pedro I. Altamirano
@altamiranoMLG
 


Opinión /