Paco Campos •  Opinión •  04/09/2017

Mejor la verdad en lenguaje vernáculo

El lenguaje vernáculo es mucho más posibilista y actitudinal que el lógico, y mucho más que el metafísico, si es que de la verdad se trata, porque la queramos determinar para poder acomodarnos con ella y hacerla mucho más intercambiable en la conversación filosófica, una vez que nos dé por ahí, por conversar con la gente. ¡Ay!, la vieja polémica de mediados del XX, cuando Wittgenstein dijo que el significado de las palabras es su uso en el lenguaje. Russell se enfadó una barbaridad, dicen que montó en cólera porque su mejor discípulo había traicionado los cánones de la lógica. Cosas de la diferencia de edad, digo yo.

Ahora estamos de otra manera, nunca la filosofía se había hecho tan pitiminí, tan frágil y, a la vez, desorbitada -> ya no hablan los filósofos de filosofía, sino de bombas, de violencia de género, de migraciones, hablan como los periodistas y los psicólogos. Donald Davidson (1917-2003) filósofo estadounidense, es un ejemplo recio y denso de hacer filosofía, partiendo solo y nada más que del lenguaje. Su pregunta es sobre lo que significan las palabras y el papel que juegan en el lenguaje, una vez admitido que la verdad es inseparable de las proposiciones vernáculas; las proposiciones son la verdad, no las ideas o los conceptos como siempre pensó la metafísica o las formas lógicas, como mantienen todavía los que creen en la semántica como garantía de la verdad, siguiendo la estela de Alfred Tarski (1902-1983) y Alonzo Church (1903-1995).

Apelar al lenguaje vernáculo es apostar por una democratización de la verdad, consistente en la interpretación de todas las proposiciones que nuestra comunidad usa para comunicar a sus miembros y así poder seguir viviendo. Detener este flujo constante y real es, nunca mejor dicho, ir contra corriente; y pretender que la verdad depende de las cosas, e incluso de la esencia de las cosas, es flagelarse; con regusto masoquista incluido.


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