Freddy J. Melo •  Opinión •  23/07/2017

Bolívar en luz y sombra

I

Libertador, tu verbo,

vuelo de cóndor o águila,

electrizante, fundador, flamígero,

estremece el sistema nervioso de Abiayala,

las banderas y el viento se saludan,

el orbe asoma luz en tu mirada,

los ríos bajan cantando, el mar se esponja,

un coro de Amazonas, Orinocos y Platas

al compás de las cumbres de los Andes

anuncia la alegría de la batalla,

mil relinchos de potros y clarines y fuegos

tras Carabobos y Ayacuchos marchan,

un silencio sonoro musita voz de siglos,

el día dispara el alba,

la noche une los rayos a su danza de estrellas,

las manos se entrelazan,

un huracán de pueblos va horadando la historia

como con una carga de montañas,

clama justicia, amor, paz y respeto,

viene otra vez forjando patrias,

y todo eso, mi general libertador padre infinito,

porque volvió a caminar tu espada.

 

II

El niño no soporta los pájaros cantores

prisioneros en jaulas,

Hipólita lo mima y lo defiende,

el pecho empieza a empollar la llama,

que vuelen, vuelen, es su vida, es flecha

cada canción multicolor y alada,

como mi voz, como mi pensamiento,

como el fulgor en la ventana,

como tus ojos cuando me saludan

al despertar cada mañana.

 

Que me llevan a casa del tío,

también quieren cortarme la alas,

¿y qué haré para ir con el viento

a bajar una estrella o un águila

o a pedirle a mi padre un aliento,

un rumbo, una palabra?

Yo no como ese pan, no me trago

esa bebida amarga,

yo vine, así me siento,

para galopar en las sabanas,

para batirme con las olas,

para enlazar distancias,

para tramontar cordilleras,

para decir y hacer sin pausas,

para armar iris en las noches,

para entrarle a empellones al alba,

para herir en la tarde un crepúsculo,

para encender alarmas,

para enfrentarme a esta tiniebla

que me asfixia y atrapa

o pretende atraparme, lo juro,

ni punición, ni nada,

sol y luz son mi norte, mi vida

será una llamarada.

 

III

Pero antes de la luz fue mucha sombra,

cuánta sombra, camarada,

padre y madre en relámpago a lo oscuro,

todo el dolor se te enredó en la infancia

(paréntesis de siembra

el maestro de la voz sabia),

luego mar y ultramar tejieron

un zigzag de esperanza,

mas perdiste la muchacha amorosa

quedando casi exhausta el alma,

tornaste hacia el olvido y la locura,

te abrió París el embrujo de Francia

y para no perderte en el vacío,

otra vez la voz sabia.

 

IV

El Juramento desató huracanes

sobre las montañas de Italia

tras el hallazgo de un amor sin muerte

llamado Patria.

 

Raudo fuiste a trenzar el sueño,

volviste por Miranda,

y comenzó el incendio, y las candelas

hacia los horizontes cantaban

llevando la canción de los patricios

cuyos timbres aún decían España.

 

 

Y caías bajo el rayo enemigo

y te levantabas,

nada podía vencerte,

pero tampoco tú coronabas,

hasta que convocaste al duro pueblo,

mestizas las espadas,

lanzas en manos firmes y bocas

que rugían para no ser esclavas.

 

Apures y Orinocos siguieron

el rumbo que apuntabas

y dio Angostura el parto

o la alborada

en que vio luz bajo una sola insignia

una patria de patrias.

 

Boyacá y Carabobo la sellaron,       

tu designio era eternizarla.

 

Moral y luces dijiste

y siguen vivas tus palabras,

felicidad, seguridad, estabilidad, igualdad,

                                                                                                                                                                                                                                                              unidad, patriotismo, lucha, trabajo, constancia,

libertad, independencia, justicia proclamaste

y hacia allá se endereza la esperanza.

 

Para hacer de la Paz una fiesta

con las notas más claras del arpa,

con la impronta viril del centauro,

con las mozas que luchan y cantan,

con las manos que labran la tierra

y hacen humear las fábricas,

con la ronda de amor en la escuela,

la vida en trama solidaria,

los cuerpos y las mentes alígeros

y al alcance el doctor de confianza,

con el traje y el techo obligantes,

el pan de casa en casa

y la justicia al fin justicia amiga,

sonriente, compañera y ciudadana.

 

Y para que a los grandes rapaces

se les mellen las garras.

 

 

V

Y saliste a dar piso de roca

a la impar alborada,

aún flamean en el Sur y nos retan

las enseñas hispanas,

reaparecen las bravas milicias,

las vibrantes proclamas,

los sudores, los barros, las nieves,

los tambores, las armas,

los ijares nerviosos,

los ayes y las lágrimas,

las ofrendas de amor y de sangre,

las hazañas…

Y la voz que sacude y anima

y arde como una llama

eleva un resplandor de victoria

y no se puede perder la batalla.

 

Pero atrás en la sombra

la conjura trabaja,

la traición se abre paso reptando,

rasga la gloria y la palabra

y un naciente sin ley y sin freno

viene voraz a sustituir a España.

 

Y en nombre de la libertad nos plaga de miserias.

 

¡Libertador, vuelve a esgrimir tu espada!

 

VI

Los cirios y las caras sollozan,

la Muerte ronda y llama,

los árboles que afuera vigilan

le dicen “pasa,

obsérvalo y olvídalo,

jamás podrás con esa carga”.

 

Delirantes aplauden

manos desventuradas.

 

Y él se levanta y sale hacia las calles

y está de nuevo aquí junto a los pueblos

para hacer invencibles sus marchas.

 

Terminado en Caracas el 31/12/15,

revisión y versión definitiva el 24/4/17


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