Oto Higuita •  Opinión •  07/05/2017

Colombia y Venezuela: momento decisivo de dos naciones hermanas

Colombia y Venezuela atraviesan un momento complejo de su historia como naciones. Ambas viven una encendida disputa entre fuerzas e intereses políticos contrarios. La intensa batalla política, ideológica, mediática y violenta que se vive a lado y lado, mantiene en permanente movimiento sus cimientos. Este escenario de disputa por el poder no es ajeno al interés de Estados Unidos por mantener su papel hegemónico en la región.

El pueblo venezolano apuesta a la paz y el diálogo.

Lo paradójico es que mientras en Colombia se busca avanzar hacia una situación política que deje atrás el enfrentamiento armado entre el Estado y la insurgencia, por medio del diálogo y los Acuerdos de paz, no exento de trabas y contradicciones; en Venezuela el desafío temerario de la oposición golpista, parece que fuera en la dirección contraria, hacia una situación de enfrentamiento armado abandonando el diálogo y la concertación, negando la política, con el objetivo de derrocar violentamente el gobierno legalmente constituido.

En el caso colombiano la decisión de volver a la lucha política para dirimir las contradicciones inherentes a la saciedad, tiene tan profundo significado que ha desatado un complejo proceso de polarización y división en dos grandes tendencias, con variables y configuraciones en desarrollo. Los que están por el fin del largo conflicto armado y la implementación de los Acuerdos; y los que se oponen, incluso violentamente, al esperanzador intento de reconciliación de la sociedad.

El actual presidente Juan Manuel Santos, quien agrupa un importante sector político y económico dio el viraje y rompió el consenso que existía en la clase dominante que aún en el 2012, cuando se inauguraron los diálogos de paz, creía que era posible la derrota militar de las guerrillas; tiene como soporte poderosos grupos económicos ligados al capital financiero, la inversión extranjera, las  transnacionales, el modelo neoliberal y la política extractiva como sus estandartes. Esta facción predominante busca, al mínimo costo, una paz barata que confiera unos mínimos a la insurgencia pero, sobre todo, que el Acuerdo no modifique sustancialmente la estructura de poder y garantice una mayor tasa de ganancia a sus capitales.

La facción de extrema derecha que encabeza Alvaro Uribe, ex-presidente (2002-2010) quien con la “seguridad democrática”, el apoyo militar y la inteligencia aportada por Estados Unidos a través del Plan Colombia, desató una guerra antinarcóticos, que en realidad fue una guerra contrainsurgente que al cabo de 15 años y tras la oposición y resistencia popular y militar de la guerrilla (de la cual participó Santos como ministro de defensa del gobierno de Uribe) lo llevó a un inevitable desgaste, deslegitimación y debilitamiento, además del desprestigio internacional por la masiva y sistemática violación de Derechos Humanos. 

La situación de Venezuela las dos últimas décadas ha sido completamente diferente a la colombiana. Su política económica no sigue el repetido guión de la mayoría de las naciones del continente, el neoliberalismo que esencialmente privatizó el patrimonio público. Por el contrario, allí se ha priorizando la distribución de la principal riqueza de sus suelos, el ingreso petrolero, entre la mayoría social, política y económicamente excluida por quienes antes gobernaron para sus intereses y los de la potencia del Norte. Renta petrolera que con la caída de los precios internacionales, ha causado un debilitamiento de las finanzas públicas y obligado al gobierno de Nicolás Maduro a hacer reformas y cambios para superar los problemas por la caída del precio. Esta situación, ligada al débil crecimiento productivo del país, a la escasez de alimentos y el acaparamiento permanente de los grandes comerciantes, especuladores y contrabandista, ha profundizado la crisis que hoy quieren aprovechar para generar un estallido violento la oposición golpista con el asesoramiento y apoyo de Estado Unidos. Estas son las claves para entender el odio, violencia y permanente ataque de que es objeto la República Bolivariana por sus dos enemigos fundamentales.

En Venezuela la lucha política y las transformaciones democráticas que se han logrado en la sociedad, desde la estructura de poder del Estado, en educación, salud, vivienda, cultura y mejoras salariales, requisitos fundamentales del buen vivir de toda la población, están en juego, por la presión y ataque constante que está sufriendo. Conquistas resultado del amplio movimiento popular y social de base que desató Hugo Chávez a partir de la V República, durante su primer gobierno, con el objeto de generar prosperidad y paz entre el pueblo Bolivariano.    

Entre Colombia y Venezuela existen lasos históricos de hermandad y solidaridad, que si bien se rompieron tempranamente un día por los intereses sectarios de quienes quedaron al frente del destino de ambas repúblicas, hoy vuelven a estar a prueba en esta intensa y determinante batalla por la dignidad, la soberanía y el buen vivir de ambos pueblos. Hay que ampliar la lucha porque a Venezuela sus enemigos más enconados no le arrebaten el derecho a vivir en paz y prosperidad; ni a Colombia los suyos impedir el logro de la paz y la justicia social para el buen vivir de su pueblo. Retos gigantes de pueblos hermanados.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Colombia-y-Venezuela-momento-decisivo-de-dos-naciones-hermanas-20170506-0001.html


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