José Luis Vázquez Domènech •  Opinión •  23/03/2017

La Guerra Mediática. Las dianas del imperialismo

No sé por qué Estados Unidos piensa que tiene que recorrer el mundo

obligando a la gente a tomar nuestra forma de gobierno a punta de pistola. 

Cuando se tiene algo realmente bueno, 
no necesitas imponerlo a la gente porque ¡Te lo roban!
         (Dick Gregory)

Como ya hemos ido analizando y reconstruyendo los últimos acontecimientos protagonizados por los ejércitos de la falsa globalización, siempre acompañados por sus misiles de largo alcance, y no parece que aún así se haya podido lograr el más mínimo consenso en esta parcela de Occidente en cuanto a poder discernir dónde está situado unos de los mayores ejes del terror y artífice de las más cruentas invasiones, he tomado la decisión de rentabilizar mis palabras y mis reflexiones dotándolas (si cabe) de una mayor dosis pedagógica. De éste modo intentaré en todo momento establecer comparaciones y/o mostrar documentos o grabaciones en las que los mismos protagonistas de los capítulos más vergonzosos de nuestra Historia Contemporánea desnudarán sus maliciosas intenciones.

No nos hemos cansado de repetir la ardua tarea que supone avanzar contra corriente, esto es, contra el fragor de unos medios de comunicación y unas redes sociales que están poniendo innumerables barreras al buen uso de la información y su distribución. Por ello, somos conscientes de la enorme dificultad que supone exponer planteamientos que trastocan por completo las ideas que la mayoría de la población tiene con respecto a todo lo que acontece en el inframundo del espectáculo publicitado.

Es tal el colapso al que nos vemos sometidos que la sensación de estar desbordados y, la mayor de las veces contrariados, llega a producir en quien observa el deseo de abandono, esgrimiendo también para ello que los acontecimientos son enormemente complejos para su comprensión.

Todo ello no es casual, y es ahí donde vamos a incidir desde este primer momento. El objetivo del capitalismo es proseguir con su afán de expansión y consumo. Bebe de las fuentes energéticas y de los recursos naturales para que sus motores no se apaguen, y así, los busca hasta en el último rincón del planeta para abastecerse de toda la intendencia necesaria. Allí donde encuentra oposición somete al valiente infractor a todos los chantajes posibles hasta conseguir su alienación, y si por cualquier circunstancia este hecho no se da, se prepara una nueva guerra. Las bases militares son el primer frente de expansión de ésta ideología, y comandadas por el gran mercado de las finanzas, abren el camino para la futura entrada de las multinacionales y su banca. Pero como el proceso es del todo irresponsable y criminal observado desde este enfoque tan cabal y nada surrealista, se procede por un lado a impedir traspasar sus líneas para que así no podamos investigar (no vaya a ser que descubras algo que no encaja) y, por otro, a enmascarar la tragedia para convencer al mundo de que a veces, el uso de las armas es necesario.

Pues bien, precisamente para que ese uso se justifique se “persuadió” a los medios para que participaran, y quien no lo hiciera, quedara como los anteriores valientes infractores, en las cunetas de la carretera. Esto viene sucediendo desde tiempos inmemoriales, pero todo indica que vivimos el momento más infranqueable, éste en el que más dificultades hay para poder diseccionar la realidad. Y si no participas de su verdad, quedas expuesto a la misma maniobra: te compran y has de proceder a ser el eco de su voz, la corbeta de sus propósitos. De lo contrario, tu suerte ya no será parte del destino, sino de ciertas cruzadas poco amigas de la bondad. Como la guerra es necesaria para sus fines, más lo será esa capacidad que ha de tener el sistema para convencernos de ella, y es ahí donde entra en juego sin mesura alguna, la intransigente guerra mediática que nos aprisiona.

No estamos dentro de ningún laberinto. El esquema es mucho más sencillo de lo que nos quieren hacer creer, y los periodistas se han convertido en los implacables soldados necesarios para que la catástrofe pueda vestirse de fe.

Siria es la última diana del imperialismo, y como bien anuncia José Antonio Egido en su último libro, Siria es por ello el centro del mundo. Hasta aquí no parece haber grandes dificultades para comprender cómo veo yo el proceso, por lo que no será difícil abrir las puertas a ésta nueva sección donde propondré un nuevo modelo de observación, alejado de la maniquea idea de que todo es muy complicado de entender, y más próximo a establecer los parámetros donde residen las causas de los conflictos, y no a entender los conflictos en si, ya que éstos, si devienen en acontecimientos muy complejos debido a su intrincada relación con la estrategia del caos.

Releyendo una vez más lo expuesto, resultará lógico comprender que los centros de interés estarán por tanto en la dirección marcada por los pasos que desea dar el capitalismo en su versión estadounidense, y si Siria, Rusia, Irán, Venezuela, Corea del Norte, Libia, Cuba, etc. son parte de su oposición, detengámonos a pensar que, lógicamente, la guerra mediática se situará en engañarte en relación al pasado y futuro de esos países y sus gobernantes.

Mi preocupación ante la poca acogida de ésta hipótesis es constante desde hace tiempo. Por un lado, no es sencillo de entender que las mismas personas que en los años ochenta tenían clara cómo era la política externa de los yanquis, hoy se hayan pasado al bloque donde se sitúa con argumentos inverosímiles esa supuesta equidad del mal, donde tanto Rusia como Estados Unidos actúan por igual. Digo difícil de entender porque las pruebas a las que tenemos acceso deberían situarnos en otros parámetros muy alejados de esa “forma de ver”. Y, por otro, me desalienta por completo esa nueva percepción que está completamente dominada por la invasión de una única fuente de información.

Antes de que se proceda a la crítica teórica de éste punto de partida, comenzaré en breves días a identificar con ejemplos que considero relevantes al imperturbable aniquilador de la esperanza universal. Invito a que me acompañen en este itinerario a todas las personas que así lo deseen, pero sobre todo a quienes aún son capaces de sostener las  extrañas peripecias de las primaveras árabes y las revoluciones de colores y son capaces de justificar las injerencias constantes. Así, tendréis aquí un espacio para rebatir mis argumentos y proceder a debatir sin miedo a interferir.

Son muchos los países que están en la diana, pero son muchos más los cerebros a adiestrar, que están en el centro de sus maniobras.

Hasta más ver, un abrazo!

No a la Guerra, no a la OTAN, no a las Bases Militares.


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