Tamer Sarkis Fernández •  Opinión •  20/02/2017

Pierre Bourdieu y su fetichismo sociológico de la cosificación social utilitarista

Pierre Bourdieu y su fetichismo sociológico de la cosificación social utilitarista

La producción alienada está configurando un mundo social alienado y determinando autónomamente las relaciones que en él tienen cabida

Pierre Bourdieu ha descrito las relaciones sociales como las formas en que se concretan un conjunto de confluencias intersubjetivas, encuentros resultantes de las “marchas” que emprenden sujetos acompañados por su “patrimonio” a “invertir” a la búsqueda de resultados. Bourdieu recalca, por otra parte, que el hecho de acudir con “las cartas” en las alforjas a determinado marco estructural de acción e insertarse en lo que tiene lugar “allá dentro” no acostumbra a ser una cuestión volitiva[1]. Por ejemplo, la escolarización infantil es un Hecho social que aparece recogido en la estructura jurídica. Así como, sin ir más lejos, la Constitución recoge “el derecho al trabajo” y añade acto seguido que “todo español” tiene “el deber de trabajar”, o, para continuar ejemplificando, uno nace inserto en un grupo de parentesco y se relaciona con él, siendo, llegado el caso, la asunción de una actitud de abstinencia relacional extrema con el grupo propio, un modo más de relación, que no “exime” al abstinente de recibir los efectos correlativos a tratar de inexistente una estructura que objetivamente existe.

Así mismo, cualquier estructura restante, de ésas que el sujeto no tiene porqué visitar acosado coactivamente, contiene también unos patrones estructurales de funcionamiento en los que el sujeto puede intervenir pero que no crea a partir de su ideación. Por ejemplo, las discotecas no agotan el campo para el ocio, el flirteo y las relaciones sexuales, pero está claro que, aquél sujeto que quiera asumir como propios esos aspectos de la vida social en lugar de permanecer extrañado de los mismos, uno u otro espacio tendrá que frecuentar porque el ocio y el ligue están socialmente estructurados de una forma integral, que comprende también la especialización funcional de los espacios físicos. Si el sujeto “decide” divertirse y escoge para ello una discoteca, con ese paso se inserta en una dinámica gobernada por patrones extra-volitivos. Patrones con los que interactuar contando con la provisión de “cartas” y de “bazas” cuya tenencia y grado de tenencia no dependen de lo que deseara el sujeto, y cuya formas adaptadas de ser “jugadas” dependen también de cómo los patrones vigentes en la estructura determinan que pueden “encajar” y “producir efectos”.

No solamente eso. La participación propietaria en unas y otras barajas, así como la intensidad de posesión (tener más o menos cartas; la importancia de unas y otras cartas con que se cuenta), determina el hecho de poder o no poder realmente acudir a una estructura, y no únicamente “la suerte en el juego” dentro del ámbito de la misma. Por ejemplo, y se diga lo que se diga en la Constitución, existe hoy una bolsa de desempleados “crónicos” compuesta de sujetos que, a tenor de las características del actual estadio del Modo de Producción capitalista[2], sencillamente no optan a trabajar más que el plano ideológico de las promesas institucionales. Y ello porque sus “cartas” únicamente pueden interactuar con aquellos patrones de la estructura, dando por resultado la “exclusión”. En la hipótesis opuesta, los sujetos “habilitados” socialmente para interactuar en un marco estructural, con-jugarán sus “cartas” de un modo racionalmente dispuesto a optimizar mediante ellas la cosecha de las “fichas” (recursos y recompensas) que, por su parte, el marco estructural pone en juego. Cuestión distinta es que la posesión suficiente o insuficiente de una especie específica de “cartas” (el Capital cognitivo e informativo) posibilite un uso racional del “patrimonio” subjetivo que verdaderamente conduzca a atribuirse las posiciones y éxitos “liberados”, segregados, dispuestos estructuralmente.

Bourdieu llama, a estas “cartas”, Capitales, y su pertenencia misma al sujeto se da como provisión. En función de la posición objetiva del sujeto en el espacio social -entendido como red de relaciones entre estructuras-, éste es atribuido de unos u otros Capitales y de cantidades concretas, lo que significa que la existencia social del sujeto concebida como un portar y un emplear esos Capitales, ha sido definida por la objetividad del mismo espacio hacia el cual él los revierte[3]. La posición objetiva otorga Capitales y estos conducen a posicionarse en una coordenada concreta del espacio social, posición objetiva que produce su propia réplica al nivel actitudinal, comportamental, de valores, gustos, sensibilidades, estética, preferencias e formatos de expresión, etc., y que Bourdieu (1994) denomina habitus: “estructuras estructuradas y estructurantes” que no son otra cosa que el sujeto concretamente social(izado) y sus modos característicos de relación.

Capitales, en la acepción de Bourdieu, los hay de muchas especies: Capital social (“contactos”, “enlaces”), Capital cultural, Capital estético, Capital lingüístico, Capital corporal, Capital informativo, Capital económico, Capital académico, Capital según edad en relación a uno u otro contexto, Capital de género también en una relación dictada por el contexto, Capital inmueble, etc. Conforman el epicentro de la representación característica de Bourdieu en torno a las relaciones sociales. Son, a la vez, extraordinarios en la tarea de ilustrar las relaciones de inserción subjetiva en un contexto societal particular donde la alienación básica de la actividad productiva y del producto es el fundamento de la alienación entre los sujetos en cualesquiera otras dimensiones de su existencia. Pues la producción alienada está configurando un mundo social alienado y determinando autónomamente (desde la necesidad de acumulación ampliada de Capital) las relaciones que en él tienen cabida. Los sujetos, en tanto que su naturaleza social les empuja a pesar de todo a luchar por “reconciliarse” con los contenidos extrañados de su existencia social aunque sea en la forma bajo la que estos pueden aparecer[4], son sujetos que se auto-ocupan en la consecución de aquello que se ha convertido objetivamente en condiciones separadas cuya reapropiación es una cuestión político-estratégica.

En lo que atañe al epicentro mismo irradiador de esta cuestión social total (las Relaciones de Producción), al ser su fin el Capital (al ser, el Capital, el patrón definitorio del marco estructural laboral; el patrón de los patrones capitalistas mismos[5]), los sujetos, descartados o admitidos según sus “cartas”, están obligados por la subsistencia misma a acumular e invertir Capitales en la acepción de Bourdieu. Alcanzan así su forma epistémica reificada como “capitalistas de la vida”: de la palabra; de la belleza; de los “enlaces”; de “la educación”, la especialización, la formación, apropiadas político-estratégicamente en forma de títulos; del relacionarse con los miembros de la clase antagónica, que toma tintes circunstancial y fingidamente serviles; etc. Llegado aquí, me permito el lujo y el gusto de citar otra vez la misma calificación que formulara Bordiga: “El individuo burgués es una casa de comercio”.


[1] Bourdieu, 1994.

[2] Sobreproducción exacerbada sobre todo de capitales, predominio abrumador del Capital constante sobre el variable, caída absoluta de la Tasa de Ganancia, etc.

[3] La Teoría de la Acción Racional es una variante fetichista de esta consideración sociológica, con su definición de cualidades y características como si “en Sociedad” funcionaran en condición de información a gestionar y recursos a invertir identificándose en ello contextos societales y subjetivos cualesquier. Identificación consecuente al ejercicio, por parte de esta teoría, de ubicar, a estas propiedades funcionales particulares de cualidades y características, en un “texto” o “Sujeto social”. Incluso se llega a proponer, en los extremos de este campo teórico, que unas cualidades re-consideradas como “información” y “recursos” a utilizar, habrían de derivarse de la “unicidad esencial” del “texto” o “Sujeto social” construyendo, este “ente”, la realidad por interacción de sus casos humanos.

[4] Como apariencia espectacular y determinada unilateralmente por la producción; una sombra de lo posible para las fuerzas de la sociedad ya producidas por la historia.

[5] “La clase dominante está dominada por su sistema de dominación” (Marx).


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