Rafael Alfonso Luna Murillo •  Opinión •  17/01/2017

Sobre el Día de San Antón

El 17 de enero de todos los años en los que se determinó el Santoral se celebra el día de San Antonio Abad, San Antón para los amigos. Se le representa en la iconografía eclesiástica con una vara y con un cerdo. Se le reconoce la sensibilidad de amar tanto a los animales que habiendo curado a una jabalina de los ojos, ésta en agradecimiento, no se separó más de él y lo defendió de cualquier alimaña. Ya le costaría al fundador de la vida monacal no jalarse al suido, pues pasaría más hambre que el perro un ciego (de la época). Otro Santo de nombre Martín, obispo de Tours; menos asceta, monacal y ermitaño se le concedería en el Santoral la fecha del 11 de noviembre para celebrarlo. En muchos pueblos de Andalucía es la fecha de sacrificar los cerdos en lo que se conoce como “matanza tradicional del cerdo” que en estos tiempos no deja de ser una crueldad por la forma de sacrificio y que las autoridades sanitarias andaluzas controlan como pueden. El refranero popular se acuerda de este Martín para todos aquellos humanos que se portan de forma incorrecta, amoral o falta de ética y empatía. Pero, de San Antón el refranero popular solo se acuerda del frío que hace en enero y nada de su amor hacia los animales no humanos.

El ser humano no deja de ser cruel con los animales del que debe cuidar de su bienestar y los utiliza a su antojo en todo tipo de espectáculos donde se les provoca sufrimiento. Si esto no fuera poco se hace alarde de ello y se cuelgan videos y fotos en las redes sociales o se retransmite por televisión o se hace partícipe a menores de edad en contra de lo establecido como recomendación por la UNESCO.

No hagamos del abuso de un animal algo por lo que tengamos que estar orgullosos ni lo justifiquemos en base a tradiciones culturales anacrónicas porque la ciencia ya ha demostrado que los animales no solo pueden estar bien o mal sino, también pueden  sentirse bien o mal lo que implica dolor y sufrimiento cuando se les maltrata. Acudid a los Templos a que bendigan a vuestras mascotas, vuestra familia no humana, pero no olvidéis al resto del mundo animal del que somos los únicos protectores y defensores.

Rafael Alfonso Luna Murillo, veterinario, etólogo y miembro de EQUO


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