Omar Rafael García Lazo •  Opinión •  04/12/2016

¿Es la guerra en Siria un conflicto internacional?

 La mayoría de los monopolios mediáticos internacionales continúan presentando la guerra en Siria como un conflicto interno o como una guerra civil entre una “oposición” armada que se enfrenta al ejército oficial y a unos grupos terroristas aparentemente salidos de la nada.

Es interesante corroborar cómo encumbrados medios de prensa intentan mostrar que esas supuestas milicias “opositoras” están desligadas de esos terroristas que en el 2011 avanzaron por el desierto iraquí ante la mirada ciega de los satélites militares de EE.UU. y sus aliados. Ni siquiera se preguntan, con un mínimo de seriedad, el origen de las armas exhibidas por unos y por otros, si es que nos creemos la broma de que no son lo mismo.

Por otro lado, la esquizofrenia mediática, que ni se esfuerza por ser didáctica, llega a presentar la participación internacional en esta guerra como una legión salvadora encabezada, una vez más, por EE.UU. Ni siquiera se atreven a decir lo que sus propios políticos afirman sin pudor: se trata de un esfuerzo concertado por quebrar un gobierno laico considerado enemigo por Occidente, por las petromonarquías de la zona y por el Israel sionista.

Tampoco dirán los medios que con esta guerra Washington y Bruselas aspiran a garantizar el esquivo control de una región estratégica, no solo por sus recursos energéticos, sino también por ser ruta importante para la distribución de petróleo y gas por mar y ductos desde Rusia hacia Europa; y por ser una potencial vía para el comercio internacional proveniente de Asia, léase China.

Nada dirán, por más que sea notorio, sobre la aspiración de EE.UU. de lograr un cerco más estrecho contra Moscú por todos los flancos posibles, incluido el de Asia Central. Si se quiebra a Siria, Rusia podría perder su ventana al Mediterráneo y contraer su zona de influencia hasta el sur del mar Caspio. Como resultado colateral para Washington y estratégico para Arabia Saudita y sus súbditos regionales, el eje de resistencia Irán-Siria-Hizbullah sufriría un notable impacto.

Esta complejidad geopolítica corrobora por sí sola que la guerra en Siria, iniciada por EE.UU., constituye un conflicto político y militar de carácter internacional y estratégico.

Tres dimensiones del conflicto

El conflicto se manifiesta en tres dimensiones claramente definidas e interrelacionadas. La dimensión interna que expresa diversas contradicciones dentro de la sociedad siria. Algunas de ellas han sido manipuladas, exacerbadas o creadas desde el exterior con el fin de potenciar un clima de conflictividad que facilite los planes desestabilizadores y el derrocamiento del presidente Bashar Al Assad y del sistema político que representa.

Este accionar subversivo facilitó y justificó el apoyo militar, financiero y de inteligencia de EE.UU. y sus aliados a grupos terroristas presentados como “opositores” que se encargarían de iniciar una larga guerra de desgaste.

La dimensión regional del conflicto se manifiesta por la diversidad de intereses económicos y políticos de los países de la zona, situación que ha llevado a la conformación de bloques y alianzas antagónicas. Por un lado, las monarquías árabes lideradas por Arabia Saudita. Por el otro, Irán, Siria, el partido político-militar libanés Hizbullah y un cada vez más cercano, aunque inestable, Iraq.

En el caso de Yemen, la invasión saudita acrecienta la inestabilidad de la zona y del martirizado pueblo yemenita. Al mismo tiempo refleja la impotencia y los temores que en Riad se respiran ante la inesperada reconfiguración regional. No existe un país de la zona que no haya participado directa o indirectamente en la guerra en Siria, ya sea con apoyo material, de inteligencia y financiero; con unidades regulares y/o especiales, con reclutamiento y entrenamiento de mercenarios o con la participación de aviones y otros medios militares.

Una pieza clave en esta dimensión regional del conflicto es Israel, único país en la zona con armas nucleares y principal aliado de EE.UU. Tel Aviv, además de ampliar la colonización de territorios palestinos, mantiene ocupado las Alturas del Golán, zona reclamada por Siria, cual cuña amenazante. Al mismo tiempo, durante estos años de guerra, sus aviones han efectuado ataques contra unidades oficiales sirias.

En el caso de Turquía su participación ha sido activa en toda la zona fronteriza, golpeando a grupos kurdos y apoyando a las unidades terroristas que se replegaban desde Siria hacia su país. A pesar de sus diferencias con Bashar Al Assad, el gobierno turco ha redefinido su relación con Rusia, alineamiento que debe verificarse y que potencialmente podría tener un resultado beneficioso para Damasco.

La dimensión global se evidencia en los intereses y la participación de las dos principales potencias que encabezan los grupos contendientes: EE.UU. y Rusia. Washington llega a Siria con el vasallaje de la OTAN y de las potencias nucleares como Reino Unido y Francia. Rusia, por su parte, cuenta con el apoyo político y económico de China, también potencia nuclear, con la cual estrecha relaciones estratégicas.

¿Guerra mundial?

Aunque por el momento el conflicto se circunscribe a un espacio geográfico definido, concretamente en los territorios sirio e iraquí, aunque con expresiones en Libia y Yemen, la participación de más de 25 países, tanto directa como indirectamente, acentúa la dimensión global de esta guerra y desdibujan las fronteras del conflicto en sus fases militar, política, mediática, diplomática y económica.

La decisión rusa de intervenir directamente constituyó un giro importante en la guerra y profundizó su carácter internacional, consciente de que EE.UU. y sus aliados actuaban en el terreno desde mucho antes y mediante diversas formas, algunas de ellas no registradas en los referentes teóricos que se utilizan para clasificar los conflictos.

Este involucramiento ruso trastocó, sin dudas, el balance de fuerzas en el conflicto, abrió la posibilidad de una nueva reconfiguración en la región y ha tenido un impacto notable en el sistema de relaciones internacionales, poniendo en franco cuestionamiento el debilitado rasgo unipolar que aún prevalece.

Los atentados terroristas en diversas capitales europeas, algunos tal vez no relacionados, otros prevenibles y otros efectivamente conectados a la guerra, aunque fueron utilizados para justificar, como lo hizo Paris, la entrada en la guerra en Siria, no dejan de recalcar la tendencia a la internacionalización y escalamiento del conflicto.

Esta espiral ascendente se alimenta también por la crisis migratoria que viven el Norte de África, el Medio Oriente y Europa, resultado del impacto económico, social y humano de una guerra prefabricada e impuesta. El éxodo masivo de inmigrantes hacia el Viejo Continente ha tensionado las relaciones interestatales en toda esa zona y ha puesto en entredicho el compromiso europeo con el respeto a los derechos humanos.

La impotencia estadounidense y europea frente a la intervención rusa en la guerra, lejos de verse como una tendencia en dirección a una resolución del conflicto, puede constituir un factor de agravamiento del mismo en tanto Washington y Bruselas podrían apostarle a la desestabilización, el desgaste y el cerco económico contra Rusia, cuya economía ya se resiente el costo de la guerra.

No se descarta que el esfuerzo de la “coalición internacional” encabezada por EE.UU. en Iraq y Siria, consciente del debilitamiento estratégico de sus posiciones, intente consolidar un territorio, apoyándose en grupos terroristas iraquíes, turcos y sirios, para establecer una autoridad fantoche que sirva de carta de negociación con Rusia, con vistas, al menos a lograr una transición en Siria después de finalizada la fase militar del conflicto.

Todo lo anterior confirma que esta guerra no alcanza a ver un horizonte claro y resolutivo, donde la paz sea el colofón. El carácter internacional de la misma, la diversidad de intereses en juego, el peligro de una mayor participación de sus actores, y la extensión geográfica, aun cuando parezca una exageración, está poniendo al planeta ante la posibilidad de que esta guerra, de por sí cruenta y destructiva como cualquier otra, rebase los límites actuales y su ya definido y actual carácter no alcance para clasificarla.

Omar Rafael García Lazo es analista político internacional cubano.
Fuente: Almayadeen


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