Iván Reguera / Cuarto Poder •  Cultura •  03/11/2017

El caso Spacey y el empacho de corrección política

    «Netflix al anunciar el cese de la serie ‘House of Cards’ por el caso Spacey ha demostrado una vez más la hipocresía en la que se sigue moviendo Hollywood y su pura fachada».
    «“¿Usar una acusación de intento de agresión sexual contra un niño como oportunidad para salir del armario? Kevin Spacey, ¿cómo te atreves?”, dice el escritor Owen Jones».
    «Por muy desagradable que pueda parecer el resbalón de Spacey, nada tiene que ver con los casos de Roman Polanski, Bill Cosby o Michael Jackson, que sí son graves».

El caso Spacey y el empacho de corrección política

n L.A. Confidential Kevin Spacey interpreta a Jack Vincennes, un policía corrupto que conoce toda la basura que esconde Hollywood debajo de la alfombra roja: putas, chaperos, pederastas, orgías, demenciales cirugías estéticas, coca, marihuana… Qué curioso que Spacey, que también seducía a una adolescente en American Beauty, haya acabado siendo protagonista de una de esas páginas de la Babilonia que tan bien retrató Kenneth Anger en dos libros que hablaban a las claras de las orgías de Errol Flynn o Valentino, o de la homosexualidad de James Whale (director de Frankenstein) o de Murnau (director de obras maestras como Amanecer o El último). Murió en un accidente de coche cuando se lo estaba montando con su chófer filipino.

Otro libro mucho menor, y bastante más amarillista, es Servicio completo, en el que el chapero Scotty Bowers saca del armario a famosos de Hollywood como Walter Pidgeon, Noël Coward, Katharine Hepburn, Spencer Tracy, Cary Grant o Montgomery Clift. Por cierto: menuda salida del armario más desafortunada la del señor Spacey.

Dicen que su caso (el acoso torpe e idiota a un actor de 14 años del que se ha disculpado, aunque en las últimas horas han aparecido otros tres denunciantes de abusos sexuales) ha causado la cancelación de la serie House of Cards, que se despedirá en su sexta temporada. Suena a excusa perfecta de cuatro carcas. No es muy creíble la decisión de sus aterrorizados ejecutivos porque la serie ya parecía agotada y Netflix y Media Rights Capital preparan tres posibles spin-offs de la serie. La que más peso tiene para ser producida es una serie sobre el personaje de Doug Stamper (Michael Kelly), el asistente personal de Frank Underwood (Spacey).

Netflix ha demostrado una vez más la hipocresía en la que se sigue moviendo Hollywood y su pura fachada. Y que el dinero siempre es muy cobarde (que se lo digan a Cataluña). ¿Hasta qué punto estamos llegando a límites de censura exagerados en casos de supuestos abusos sexuales, a una caza de brujas? ¿Es lógico que una cadena se cargue decenas de puestos de trabajo porque un actor diga que (hace nada menos que treinta años) Spacey hizo el imbécil con tres copas de más?

Hay quienes han llegado a hablar hasta de la “supervivencia” de un acosado. Es el caso de la Alianza Gay y Lésbica contra la difamación: “Las historias sobre salir del armario no deberían usarse para esquivar alegatos de agresión sexual. Esta no es una historia sobre Spacey saliendo del armario, es una historia de supervivencia de Anthony Tapp y de todos aquellos que tienen el coraje de contar sus historias sobre avances sexuales no deseados”. También el escritor Owen Jones se ha venido arriba: “¿Usar una acusación de intento de agresión sexual contra un niño como oportunidad para salir del armario? Kevin Spacey, ¿cómo te atreves?”.

Por muy desagradable que pueda parecer el resbalón de Spacey, nada tiene que ver con los casos de Roman Polanski, Bill Cosby o Michael Jackson, que sí son graves. Pongamos otro caso reciente: el de Harvey Weinstein. También muy grave, efectivamente. Pero es evidente que medio Hollywood lo sabía y lo consentía y que, según todos los rumores, Bob Weinstein, hermano de Harvey (y quien se ha quedado a los mandos de su compañía), fue quien filtró todo a The New York Times. La pregunta es por qué ahora. ¿Y por qué esas mujeres acosadas, entre ellas Gwyneth Paltrow, consintieron durante años y siguieron posando sonrientes con el depredador? Callaron (y muchas aceptaron miles de dólares) para no jugarse sus carreras. Lo de Wenstein es repugnante, pero también aceptar dinero para callar y salvar tu ascenso a la fama.

Sin quitar culpa al baboso y depredador, expulsarlo de la Academia me parece sobreactuar (no lo hicieron con Polanski, violador de una niña de 13 años o Allen, denunciado por su propia hija), igual que la reacción del Partido Demócrata, que Harvey financiaba muy generosamente. De hecho, en su visita a Madrid (un encuentro que recogimos en cuartopoder.es), salió pitando de su sosa conferencia para asistir a una fiesta privada con el embajador americano y su marido. Harvey ha bañado en oro a la poco transparente (por no decir algo más grave) fundación de Hillary Clinton, abanderada feminista que sabía muy bien quién era ese depredador. De hecho, Hillary vive con uno y se ha aprovechado de él para trepar hasta acariciar el Despacho Oval.

Otros que han caído en esta tormenta perfecta de acusaciones de acoso sexual son el productor y director Brett Ratner (El renacido), denunciado por por seis mujeres, y Jeremy Piven, famoso por interpretar al tronchante personaje de representante de actores Ari Gold en la serie sobre Hollywood Entourage. Ratner ha sido “despedido” por Warner (o lo que es lo mismo: no quieren saber nada más de él) y Piven ha sido denunciado por la modelo Ariane Bellamar, que lo acusa de haberla manoseado en dos oportunidades. La segunda durante una fiesta celebrada en la Mansión Playboy, un lugar famoso por su castidad.

Pero hay más (y lo que queda): el gran Dustin Hoffman ha sido acusado por una meritoria (que estuvo a sus órdenes en el rodaje de Muerte de un viajante, en la que hace un trabajo excepcional) por insinuársele y tocarle el culo (literal). Además, una tal Wendy Riss ha desvelado otro supuesto acoso en 1991, cuando ella era una joven autora de teatro. Todo se limita a que Hoffman le dijo lo siguiente: “Wendy, ¿alguna vez has tenido relaciones íntimas con un hombre de más de 40 años?”. En fin.

Woody Allen (que ha tenido lo suyo tras sus escándalos) ha dado en el clavo hablando de la avalancha de denuncias de supuestos acosos que asolan Hollywood: “No quiero que esto conduzca a un ambiente de caza de brujas, un ambiente Salem, donde cada tipo en una oficina que le guiñe el ojo a una mujer de repente tenga que llamar a su abogado para defenderse”. Curiosamente, uno de los primeros que investigaron y denunciaron a Weinstein fue Ronan Farrow, hijo de Allen y Mia Farrow. Lo hizo para The New Yorker. En fin, que Allen dice lo que muchos callan por miedo. Y perdonen la franqueza: si cada vez que tiras los tejos a alguien eres un acosador sexual estamos apañados.

Igual el viejo Clint Eastwood (otro veterano al que le resbala el qué dirán) tenía razón: “Todo el mundo se está hartando de la corrección política, del peloteo. Estamos en una generación de blandengues; todos se la cogen con papel de fumar”. Puro Harry el sucio.

Fuente: https://www.cuartopoder.es/cultura/cine/2017/11/03/el-caso-spacey-y-el-empacho-de-correccion-politica/